Segunda Parte

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Años atrás

Sayumi Fujisaki tuvo que transferirse durante su segundo año en el Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Kioto a la sede de Tokio. Tenía un buen desempeño y durante el ciclo escolar había descubierto una forma nueva de utilizar su Técnica Maldita. Los directivos vieron un gran potencial en su técnica y en conjunto con los maestros de Tokio decidieron transferirla.

No se quejó ante su elección, ella misma estaba entusiasmada de poder explotar su energía maldita. Era una hechicera de segunda categoría, había sido promovida algunos meses atrás y se sentía orgullosa de su progreso.

Entró a la sede de Tokio, la habían recibido en la puerta y alguien del personal llevaba su mochila mientras ella caminaba con sus muletas. Avanzaba por los pasillos sin dejar que su pie derecho tocara el suelo.

— Fujisaki. — Yaga se acercó a ella con una sonrisa. — ¿Cómo estuvo tu viaje?

— Estuvo muy bien, gracias.

— Bienvenida a Tokio, estamos entusiasmados de tenerte aquí. — avanzaban juntos a paso lento porque, a pesar de los años de práctica, Sayumi no podía avanzar demasiado rápido con las muletas. — He escuchado muchas cosas sobre ti.

— ¿Cosas buenas? — preguntó con una sonrisa ladeada.

— En su mayoría. — ambos dejaron escapar una pequeña risa. — El director de Kioto me habló sobre lo que tus últimas pruebas lograron, me pareció muy interesante, creo que aquí podrás explotar esa habilidad. ¿Cómo descubriste esa variante de tu Técnica Maldita?

— Fue un accidente. — confesó. — En mi familia creíamos que se había perdido la Técnica Hereditaria de los Fujisaki, ya habían pasado tres generaciones sin hechiceros, nadie manifestaba suficiente energía maldita.

— Recientemente es difícil encontrar las concentraciones de energía maldita que había antes. — agregó el mayor.

— Yo comencé a notarlo a los seis años. — se detuvo un momento y dando un pequeño salto cambió el pie que usaba como apoyo, levantando el otro en el aire. — Era hipersensible.

— Asumo que aún lo eres. — dijo señalando sus pies.

— Sí. — asintió mientras retomaban el camino. — Intento no poner ambos pies en el suelo, si lo hago puedo sentir todos los objetos o personas con energía maldita. Es agobiante.

— ¿Qué sucede cuando lo haces? — Yaga sentía una gran curiosidad por su nueva estudiante.

— Depende de la concentración de energía. — llegaron a uno de los jardines de la escuela y se sentaron juntos en una de las bancas del lugar. — Puede ser desde un ligero dolor de cabeza hasta hacerme perder el conocimiento. — dejó las muletas de lado y dobló las piernas sobre el asiento. — Cuando lo utilizo de forma intencional y bien canalizado es bastante útil, especialmente en misiones de búsqueda o identificación. Pero de forma cotidiana es una molestia.

Sayumi había crecido en una ciudad pequeña, con pocas maldiciones y niveles muy bajos de energía maldita, por lo cual no experimentó la verdadera sensibilidad hasta la primera vez que viajó a la ciudad a los doce años.

— Ya veo, dentro de la escuela hay mucha energía. — se frotó la barbilla analizando la situación. — ¿Será un problema?

— Estoy acostumbrada. — le restó importancia con un movimiento de manos.

— Bien, entonces...

— ¡Buenas! — un joven bastante alto y con lentes oscuros se acercó a ellos. — Estamos de vuelta. — se sentó entre el profesor y la castaña con una sonrisa.

Te Recuerdo - Satoru GojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora