3. El desfile real.

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La luz roja inundaba la habitación y la erótica música le ponían la piel de gallina,  en medio de tal lugar se sentía aún más pequeña e insignificante que nunca.
—Puedes irte si quieres. Aún tienes tiempo —comentó su amiga compadeciendose de ella.

Cashmere abrazó su cuerpo el cual apenas era cubierto por una delgada tela de seda y aquella miniscula ropa interior decorada con flores que podría jurar valía una fortuna. Soltó un suspiro con resignación, claramente no era el momento de arrepentirse y menos si la vida de su hermano pendía de un hilo.

—No me iré, Zaphyre... —aseguró con apenas algo de confianza— ¿Cómo me veo?

—Siempre te ves fabulosa— le animó Zaphyre, quien realmente lo creía a pesar de que el maquillaje no había tapado el rastro del llanto en su mirar.

Su amiga le tendió un antifaz de una tela blanca y con toda la pinta de venir del Capitolio, de la misma forma que aquel conjunto que se ajustaba perfectamente a su anatomía.

—¿Estás lista?— le cuestionó algo dudosa, había dejado en claro su postura sobre aquella toda la tarde, sin embargo y por más insistente que fue la rubia aún guardaba esperanzas de que se arrepintiera. 

—Déjalo entrar.

Un dolor inesperado y rápido que le atravesó la pierna la sacó de su sueño abruptamente haciendo que se levantara bruscamente sin poder apreciar bien qué ocurría,  la luz blanca le cegaba y apenas le permitió visualizar tres figuras coloridas y extrañas, como si hubiesen salido del circo que le observaban expectantes.

—¡Es mucho más linda que cuando duerme!— exclamó uno de ellos con la voz más chillona del mundo, pudo notar una vez que sus ojos se acostumbraron a la luz que era un joven de cabello violeta rizado que le caía por debajo de los hombros, aunque lo que le pareció más extravagante y desagradable fue el tono verdoso de su piel.

—Lo siento, Cashie, es nuevo— se disculpó la mujer a la que inmediatamente pudo reconocer, era parte del grupo de preparación de su hermano. Una mujer de estatura pequeña y con la cintura más diminuta que había visto que solía llevar pelucas enormes y que se había empeñado en llamarla "Cashie" la vez que estuvo en su hogar antes de la gira de la victoria. Era repulsiva.

—Yvie ahora es estilista, así que nos trajeron a este... chico— murmuró algo malhumorado Neebs, un hombre de piel grisácea y vello facial rojo, tenía la barba más estrafalaria que hubiese podido observar y su corte era definitivamente extraño pero al menos había sido menos irritante que Ollie al conocerse. Inclusive le había "halagado" el vestido que había usado en unas de las entrevistas que le realizaron cuando su hermano estaba entre los últimos 6. Textualmente había dicho "Encantador para una chica de los distritos, muy humilde" lo que era condescendiente pero al menos venía con una intención no tan venenosa aunque se hubiese escuchado como tal.

—¿Dónde estoy?— cuestionó una muy confundida Cashmere antes de bajar su mirada, hallarse en bata y notar que una de sus piernas tenía un pedazo de piel libre del fino vello rubio que tenía dos semanas sin depilar.

Pronto comenzaron a parlotear, explicando que le habían sedado con la intención de que empezaran a trabajar con ella aquel día, para no darle la ventaja sobre los tributos más alejados del Capitolio. En medio de aquella explicación continuaron depilándola sin prestar mucha atención a sus quejidos, fueron dedicándose del tema y mientras untaban su cuerpo de sustancias raras y viscosas que le suavizaban la piel empezaron a hablarle como si fuesen amigos de toda la vida, quejándose de Yvie quien ahora era una estilista de algún otro distrito y se creía tan importante que no les había saludado aquel día. Poco le importaban sus pláticas,  sin embargo, fue amable y fingió escucharles porque realmente no quería tener algún incidente como el del año pasado y terminar medianamente calva.

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⏰ Última actualización: Nov 07, 2021 ⏰

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Los juegos del hambre: Lux.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora