Estados Unidos de América

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Aceptarlo había sido una tarea sencilla, hacerlo era un miedo inconmensurable. Inefable ante un hecho que ninguno de los presentes podía sentir.

Inglaterra percibió el suave tacto de una mano ensangrentada y cubierta con escombros. La compasión de su allegado apenas le tranquilizaba, nadie podía asegurarle que aquello terminaría con lo que estaba apunto de hacer. No había garantía.

No podía hacer un contrato porque ya las llevaba de perder. No tenía nada que ofrecer. No tenía nada más que su alma, y tal como lo describía su semejante, tenía esa fiera esperanza de creer que sólo lo quería a él.

Vio una última vez a Estados Unidos, esos ojos azules que tanto amaban se habían decaído, se apagaron en brillo y temblorosos rogaban tener una solución pronto.

-Perdóname...- Quebró en susurro. Su ropa desgarrada, las heridas punzantes que no cerraban y la chaqueta marrón que le había dado el americano, fueron más livianas cuando intentó levantarse.

El ángel lo observó fijamente, como tratando de localizar alguna muestra de arrepentimiento por lo que estaba apunto de hacer. Se tranquilizó al no notar flaqueza en sus movimientos.

-Inglaterra...- Llamó el arcángel.

-¿Qué ocurre?- La voz del inglés estaba cansada, apenas era perceptible.

- No le muestres miedo... No le aumentes su basto ego. Mantén ese orgullo. - Sonrió al encontrar por fin la mirada del otro. Lentamente aquellos orbes esmeralda se cerraron y recostó su cabeza en el piso. Aquellas grandes alas suavizaron su caída y lo cubrieron en un efímero manto.

Inglaterra apenas y parpadeó ante el destello fugaz que percibió. Contempló a su acompañante y se mordió el labio inferior sin agregar nada más.

Continuó su camino en silencio hasta aquel demonio. Sus pasos se arrastraban pero su coraje de enfrentar su desastre era más grande que el dolor punzante que sentía a cada paso.

Entre los vestigios y despojos, aquella arrogante criatura de cabellos oscuros se había alzado en una especie de cúspide, donde se encontraba posado observando con ojos fríos todo el escenario. Sintió la mirada caída del más bajo. Sonrió con una mueca retorcida y voló agraciado a su encuentro.

El inglés sintió una suave brisa levantarle los mechones de la cara. Apretó sus ojos para evitar que restos de ruinas se le adentrará a los párpados.

-Descuida, lo arreglaré para ti. Haré que te sientas cómodo. - Soltó triunfante. Era como si este supiera exactamente a qué venía el británico. Su larga cola se movía salvajemente, ansioso de escuchar las palabras del otro.

Inglaterra volteó su cabeza y se abrazó a sí mismo. Se percató de la cercanía del contrario y sintió un tacto gélido en su mejilla. Soltó un suspiro mientras aquella lúgubre mano recorría suavemente su rostro.

-Termina esto.- Ni siquiera le había costado trabajo decirlo.

-¿ Quieres que pare? Si apenas empezaba la diversión Inglaterra. Contempla a tu alrededor.- El azabache lo tomó de los hombros y lo giró sutilmente hacia los demás agonizantes. Recostó su barbilla cerca del cuello inglés y susurró sórdido. -¿Estás feliz? ¿Lo hice bien?-

Inglaterra creyó por segundos estar con un infante. Un infante psicópata. Y es que, aquel demonio le preguntaba tan orgulloso, como si se tratará de un niño buscando el reconocimiento de sus acciones por sus padres. Se limitó a fruncir el ceño y apretar su mandíbula.

El descontento del otro no se hizo esperar. Al no escuchar una respuesta lo volteó bruscamente mientras lo observaba desafiante.

-Esto es lo que querías- Apretó con fuerza sus hombros. -Una parte de ti quería destruirlo. Tienes miedo de reconocerlo, tienes miedo de reconocerte. Tu lado oscuro permanece Inglaterra, un odio creciente te invade. Yo simplemente lo materialicé. -

7 días, 7 de ti. (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora