Abandonar para Encontrar

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✦──────T/N──────✧

Silenciosa era la brisa que me envolvía entre sus brazos mientras me contaba sus más profundos secretos. Sonreí levemente al sentir sus caricias en mi rostro. Era un viento joven que emanaba una risa armoniosa desde un lugar lejano. Una segunda llegó, haciendo bailar mi cabello y mi vestido. Para acompañarlos, meneé un poco mis pies colgantes a la orilla del barranco. Acomodé un mechón detrás de mi oreja y observé el paisaje que me regalaba la naturaleza. Repentinamente, recordé la primera vez que estuve en este lugar.

Todo un Caos...

Mis ojos se llenaron de un rojo violento y mis oídos se ensordecieron con gritos agonizantes sin fin. Posé la mano sobre mi frente y solté un pequeño quejido en respuesta al dolor incomprendido de mi mente.

En un intento de olvidar aquello que no podía recordar bien, me alejé de la orilla y me dirigí al liquiámbar adulto a mis espaldas para acostarme en su regazo. El mar verdoso de sus suelos se acomodó en mi cuerpo, dándome una linda bienvenida.

Miré al cielo esperando verlo despejado, pero no fue así. Se encontraba parcialmente nublado. Además, las hojas oscuras de aquél liquiámbar cubrían parte de mi campo de visión. Era un techo pintado de azules, verdes y blancos.

Después, una ventisca sopló por los cielos, pintando un camino turquesa transparente sólo a mi ver. En él, percibí un olor familiar.

—Hey T/N, es hora de irnos linda —pronunció aquella bruja con una voz apacible. Asomó su rostro al mío y sonrió al verme recostada en el pasto.

—De acuerdo —respondí mientras me ponía de pie y tomaba mi canasta.

—¿Conseguiste lo que necesitabas? —preguntó la recién llegada mientras caminábamos a través del bosque.

-Sí —le mostré la canasta mientras destapaba un poco la tela blanca que había puesto sobre ella—. Solsettias, flores dulces, menta... —apuntaba con mi dedo índice según iba nombrando los ingredientes.

—¿Qué hay en eso? —señaló una pequeña envoltura dentro de la canasta.

—Son valbayas —mi voz sonaba tranquila, cómo siempre—. Las envolví en tela porque si se ponen junto al resto de ingredientes pueden mancharlos... el néctar que contienen tiñe con facilidad. Además, pueden marchitar las flores dulces y la menta —expliqué a mi acompañante.

—Ohh, ¡Qué lista eres T/N! —acomodó un mechón detrás de su oreja y sonrió junto a sus ojos.

—Para nada... es algo que me enseñó alguien cuando recién empecé a estudiar —pronuncié mientras reanudaba la caminata y tapaba nuevamente la canasta.

—Déjame adivinar... ¡El viajero —respondió a su vez que me tomaba del hombro emocionada.

—Eh... no —aclaré un poco mi garganta—. Albedo me enseñó esto hace mucho tiempo atrás —decir su nombre en voz alta me hizo sentir un cosquilleo en la piel de mi rostro.

Cerré mis ojos recordando su perfil al dibujar. Simultáneamente, un soplo de Anemo me regaló una caricia que traía consigo la memoria de su olor: el aroma de las flores de Cecilia. Sentí dulce en la nariz y fuego en las mejillas.

Miré el rostro de mi acompañante; tenía una sonrisa enorme dibujada en el rostro.

—Oh... Con que Albedo, ¿Eh? —sonrió juguetonamente—, nada mal T/N, él es Geo ¿Cierto? —se llevó una mano al mentón mientras cerraba sus ojos y asentía. Parecía estar aprobando al susodicho—. Anemo no tiene reacción elemental con Geo pero... —la interrumpí.

Secretos De AnemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora