Para Shoto su celo nunca fue algo que le preocupara, con cien años de vida ya estaba más que acostumbrado a lo que debía y no hacer estando en calor.
Ya tenía todo lo necesario, Kirishima le había traído lo último de su comida además de que se encontraba fuera por si necesitara algo. Por petición de Bakugo debía quedarse a vigilar por turnos, si no recuerda mal, eran él y otros Betas que no conoce aún.
Le era indiferente, a fin de cuentas no estaban dentro de la casa. Además, a diferencia de los lobos, su celo no era tan fuerte. Si, duraba cuatro días pero mayormente se sentía cansado y con esas ganas de acurrucarse contra alguien. Aunque por alguna razón su Omega estaba más impaciente que de costumbre.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Debe admitir que los lobos si se tomaban su trabajo en serio. Cada vez que tocaban esos intervalos donde su calor era más leve, Kirishima siempre entraba diciéndole que tomara un baño y comiera algo, incluso le cortaba la fruta y si era necesario le daba él mismo de comer.
Era extraño, siempre ha tenido que encargarse todo por sí mismo, y asegurarse de que nadie entrara a su habitación tirando la puerta. Su celo muchas veces lo pasaba con miedo por cualquier cosa que pudiera sucederle. Pero esta vez se sentía tan relajado, su Omega al fin bajaba esas defensas que por tantos años había creado, y simplemente se dejaba mimar.
–El día ya casi termina, ¿Estarás bien solo hasta en la mañana?– escucho la voz preocupada del lobo teñido. Este le estaba terminando de dar los últimos pedacitos de manzana.
–Kirishima, ya es la tercera vez que me lo preguntas.–
Aunque llegaban a ser algo pesados.
–¿En serio?– lo escucho reír. –, perdona viejo, creo que estoy algo nervioso.–
–Dudo que sea solamente por mi celo, con toda esta sobreprotección que me están dando.–
–A veces llegas a ser demasiado listo.–
Frunció el ceño.–... ¿Cómo que a veces?–
Simplemente recibió unas caricias en su cabello que no pudo rechazar. E inconscientemente soltó quejidos cuando el otro Omega se separó haciendo reír a este. Ya debía irse, y a Shoto le comenzaba a entrar sueño, ahora solamente quería acurrucarse entre las mantas con olor a caramelo.
–¡Nos vemos mañana!–
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.