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Shoto nunca fue bueno con los niños.

No es como si hubiera tenido la oportunidad de estar cerca de estos, su padre prefería que asistiera a sus clases y hablara con vampiros de su "edad"

Hubiera preferido mil veces estar con un montón de mocosos que apenas y sabían ir al baño que soportar a una bola de estúpidos que no hacían más que coquetear con él, que era de todo menos un coqueteo.

Y con su situación actual, le habría ayudado mucho para saber que hacer.

Shoto no quería quedarse sin hacer nada, había costado y mucho lograr que le dejarán ayudar en algo estando en precelo, así que Mitsuki, buscando una tarea sencilla, le había pedido que ayudara a otra Omega cuidando de algunos cachorros de la manada. Cómo solo eran niños y una Omega mayor no debería haber problema.

Sin contar que cierto Alfa cenizo estaba cercas de allí procurando que se encontrara bien y decidido a encerrarlo en su casa si algo se salía de control. Cada vez que le decía algún comentario al respecto ese tipo negaba todo con la cara toda colorada junto a varios insultos. Era gracioso y, aunque no le guste admitirlo, tierno. A su Omega le encantaba que se preocuparan tanto por él.

Pero volviendo al tema, se encontraba bajo la sombra de un árbol, que le permitía quitarse la capucha, siendo rodeado por cuatro niños que le miraban con curiosidad. Supone que es normal que estén tan curiosos de ver a alguien como él: un vampiro, incluso le habían preguntado si estaba enfermo por lo pálido que es, preguntándole sobre sus colmillos o porqué no podía estar en el sol, junto a más preguntas. No sabían nada sobre su especie así que él les contestaba de la manera más sencilla para que entendieran.

–Agradezco que estés por aquí, tengo que preparar la cena para los Alfas que vuelven de un viaje y no tenía con quién dejarlos.– hablo aquella Omega, sacándolo de sus pensamientos.

Inko Midoriya, una adulta mucho más bajita que él con cabello lacio y verdoso, junto a unos ojos de igual color, al igual que las orejitas y cola. Podía sentir un olor dulce provenir de ella, si su nariz no le fallaba podía jurar que era chocolate con menta, y ahora se notaba más al estar usando sus feromonas para tener calmado a los pequeños, funcionaba, hasta él se sentía relajado -aunque probablemente sea por su precelo.- Y por lo que sabe, es la madre de la pareja de Uraraka.

–No es problema, aunque no se cuánto tiempo los pueda tener tranquilos.–

Si ahora los niños se veían calmados era por el aroma de la mujer. Él no sabría cómo entretenerlos, más siendo que no debían salir de la sombra o alejarse de allí.

–Si se ponen muy revoltosos solo debes usar tu aroma para calmarlos, estoy segura de que podrás hacerlo.–

Y ese era el problema, el jamás ha usado sus feromonas, nunca tuvo la necesidad y a pesar de que la mujer le explicó con calma como funcionaba, no estaba seguro de sí lo lograría.

–Lo intentaré.–

Espera que no sea necesario.

Espera que no sea necesario

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Si era necesario.

No está seguro de cuánto tiempo pasó pero dos de los niños comenzaron a descontrolarse un poco, peleando entre sí y asustando a los otros dos.

En su lado derecho se encontraba la pequeña Eri; que conoció cuando trabajo junto a Ochako, era la más calmada y se mantenía agarrando su brazo algo asustada. En su lado izquierdo un pequeño Beta llamado Katsuma; rubio de ojitos dorados, él era bastante tímido e igual que la Omega estaba asustado tomandolo de la capa con algo de fuerza.
Por último tenía a los dos niños problema; Mahoro y Kota, la niña, hermana de Katsuma, rubia de ojos ámbar, una Beta de fuerte carácter, mientras que el otro, un Alfa azabache con ojos de igual color, algo gruñón. Los cuatro tenían orejitas y cola de lobo de sus respectivos pelajes.

No sabe en qué momento esos dos se empezaron a pelear, ni porqué lo hacían. Pero ya se estaba estresando.

–¿Por que esos dos están peleando?– preguntó cansado.

–Mahoro quiere ir para ayudar a la señorita Inko, pero Kota le dijo que no y empezaron a gritar.– escucho la tímida voz del Beta.

Parece que no le queda de otra más que usar sus pocos conocimientos, y lo que le enseño Inko, sobre usar sus propias feromonas para calmar a los cuatro niños.

Cerro los ojos soltando un pesado suspiro, intentando concentrarse. Dejando salir su propio aroma, llamando la atención de los cuatro lobitos.

Pudo escuchar como Mahoro y Kota dejaban de gritar, en cambio los sintió acercarse a él sentándose frente suya mientras los otros dos niños se acurrucaban contra él.

¿En serio funcionó?

Abrió sus ojos viendo a los niños, los pudo ver algo adormilados, pero mucho más calmados que antes. Eso le alivio.

Solo se acostó contra el árbol dejando que los niños se acostaran en él usándolo como almohada. Pudo ver como uno a uno se iban quedando dormidos, y sin darse cuenta él también lo hizo.

Las horas habían pasado hasta que Inko acabo su tarea, y con ello los tutores y padre de los niños llegaron, cada uno tomó a su respectivo cachorro antes de despedirse

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Las horas habían pasado hasta que Inko acabo su tarea, y con ello los tutores y padre de los niños llegaron, cada uno tomó a su respectivo cachorro antes de despedirse.

Shoto seguía profundamente dormido, siendo tarea de Bakugo en llevarlo a su hogar, a pesar de que este prefiriera que algún Omega lo hiciera, pero el único que podría cargarlo era Kirishima y este estaba ocupado.

Y su lobo no dejaría que ningún Alfa o Beta, sin importar que estuviera enlazado o en pareja, tocará al Omega dormido.

–Por favor, agradécele de mi parte cuando despierte por su ayuda.–

–Lo haré, gracias tía.–

Sin perder más tiempo se despidió de la mayor para irse a su casa. Se mantenía con el seño fruncido mientras le gruñía a cualquiera que se le acercara, e incluso inconscientemente soltaba sus feromonas para tener calmado al Omega -ya se ha dado cuenta que ama su olor a caramelo.-, el cual solamente se acurrucaba más contra su pecho.

–Jodido bastardo, que dolor de cabeza me das.–

–

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Cuidando del Omega; bktdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora