Cuando amaneció y escuche a mi abuela irse a caminar como todas las mañanas me levanté y me empecé a preparar rápido para irme con Anxo y Mar. Como imaginé la noche anterior, me tuve que poner maquillaje en las partes donde me había rajado. Eran alrededor de las 9 de la mañana, pero yo me había despertado más temprano para preguntarles a mis padrinos antes de que se fueran a trabajar si podía ir y ellos me dijeron que si, así que no tenía ningún problema.
Escribí una nota para avisar a mi abuela de que había salido. Únicamente se la dejaba para que no se volviera histérica buscándome.
He salido, volveré al atardecer. No te preocupes, estaré bien.
Escucho el timbre y esa es la señal que me dice que mis amigos están fuera esperándome. Rápido cojo el móvil y una chaqueta mientras me dirigo a la puerta principal. La abro y Anxo me saluda feliz mientras que Mar tiene tanto sueño que ni se molesta en saludarme, solo me da una media sonrisa y se da la vuelta para empezar a caminar hacia su bicicleta que están apoyadas en la pared de la casa.
-Esperad, voy a buscar mi bici.- digo caminando hacia el garaje donde la tengo guardada. Agradezco que anoche cuando se fueron mis amigos la busqué y la limpié un poco.
Me subo sobre ella, me pongo el casco azul que está apoyado en el manillar y empiezo a pedalear hasta la entrada.
20:00 pm
Estoy con Anxo y Mar volviendo para mi casa, pero estoy más enfocado en lo bien que me lo pasé hoy. Al principio fuimos a su casa para que pudiera desayunar y allí debatimos qué haríamos por la tarde. Después de muchos planes que iban y venían decidimos ir a la bolera y luego a comer una hamburguesa en el McDonald. Su madre, Franchesca, nos llevó a un centro comercial que desconocía totalmente. En todos los veranos que he pasado aquí nunca me habían llevado a ese lugar, era gigante, lleno de tiendas y de restaurantes, hasta te podías encontrar mini parques para los niños ahí en medio.
Al principio decidimos pasear un poco por el lugar y entramos en algunas tiendas a las que Mar le gustaba comprar ropa y complementos. La verdad es que no la juzgo, esas tiendas tenían cosas muy bonitas. Luego fuimos a la bolera y la verdad es que fue muy gracioso a la hora de pedir la talla de los zapatos especiales para poder jugar. El dependiente no paraba de vacilar a Anxo porque él es muy alto para la edad que tiene y al parecer lleva un 44 de talla de pie, por eso el señor no le paraba de decir que si de verdad era su talla y que no hacía falta que mintiera sobre eso; Mar y yo no podíamos parar de reír al ver a Anxo tan molesto.
Una vez que acabamos la partida de bolos fuimos a comer al McDonald y le tuvimos que pagar la comida a Mar porque al principio de la partida de bolos apostamos que los que perdieran tenían que pagar la comida del ganador y pues ahí estábamos, pagando la comida de Mar.
Comimos riendo y charlando de cosas insignificantes, pero a la vez importantes para nosotros; como que a Anxo hace tiempo le mordió una serpiente o cuando a Mar la tuvieron que llevar en ambulancia porque le dio una bajada de tensión en el instituto y se desmayó. No eran cosas que le importara a todo el mundo, pero a nosotros nos hacía felices tener historias reales de las que fardar.
Una vez que terminamos de comer decidimos llamar a Franchesca para que nos viniera a recoger y llevarnos a su casa, para así yo también poder coger mi bici e irme a la mía.
Y allí estaba yo, pedaleando junto a mis amigos. Estaba feliz, pero tenía una extraña sensación de que todo estaba yendo viento en popa y no estaba acostumbrado de que todo saliera tan bien.
Llegamos a mi casa y lo primero que oí al entrar fue un grito de mi abuela diciendo mi nombre. Por su voz ya se podía comprobar que estaba muy borracha y que esto no podía pintar bien.
-Lucas García.- gritó caminando rápido hacia a mí.
No me dio tiempo a contestar cuando sentí mi mejilla dolorida por la bofetada que me acababa de dar.
-¿Pero qué coño haces, puta loca?- le grité.- Te dejé una nota bien clara que decía que no volvería hasta la noche.
-¿A quién le pediste tú permiso?
-A mis padrinos, que son mis responsables.- me defendí.- Y me dijeron que por supuesto que podía ir a donde yo quisiere. Además, son mis vacaciones no las tuyas, así que déjame en paz.
Mi abuela se puso en modo defensivo.- Bájame el tono porque que yo sepa te crié yo.
-No, me crió mi madre, tu me cuidas dos meses al año y es que ni eso. ¿Como me vas a cuidar a mí, si no te sabes cuidar ni a ti misma? Vete a beber tu vino y déjame tranquilo de una vez.
Nunca había visto tanta rabia en sus ojos, pero ni me importaba. Yo solo le daba miradas frías y furiosas.
Volvió a levantar el brazo para darme, pero le agarré la muñeca.
-Vuelve a tocarme y no te gustaran las consecuencias.- dije en un susurro.
La solté y se fue a su habitación en una crisis de rabia, nervios y no se qué más. Agradezco que Anxo y Mar se fueran antes de que yo entrara a mi casa.
Cuando mis padrinos llegaron a casa se lo conté todo y mi madrina me rogó que no le contara nada a mi madre porque si no, me sacaría el billete de vuelta y para mi madrina era una ayuda muy grande que yo estuviera aquí. Me había fijado que cuando ella llegaba de trabajar se le ponía una sonrisa de oreja a oreja cuando me veía; así que por ella no le conté nada a mi madre, porque yo a ella la quería más que a nada en este mundo, podría decir que más que a mi madre. Ella y yo teníamos una conexión increíble, nos entendíamos sin necesidad de hablar y eso nos había unido mucho durante todos estos años en los que no había estado Sofía.
2:00 am
-Lucas, Lucas, despierta.- veo a mi padrino moviéndome para que me despierte.- Tu madrina, no despierta, no respira; ayúdame.
En ese instante se me paró el corazón. Mi madrina no. Cualquiera menos ella.
Aparte la sábanas y corrí hacia su habitación. Estaba allí, en la cama, parecía que dormía, pero me acerqué a ella y no tenía puso. La intenté reanimar con unas cosas que aprendí en unas clases de primeros auxilios. No sé como se llaman, pero le apreté el pecho haciendo los gestos que aprendí.
-Llama a una ambulancia.- grité lo más fuerte que pude.
-Ya están al llegar.- dijo mi padrino entre lágrimas.
Intenté como pude reanimar a mi madrina, pero yo no era quién debía hacer eso, básicamente porque seguramente lo estaría haciendo mal; de repente siento un pequeño respiro que salió de su boca. Tenía pulso, pero eso no significaba que iba a estar bien. Ella tiene una enfermedad de corazón, así que todo es una incógnita. De repente veo entrar a los de la ambulancia y me apartan de ella para poder ayudarla.
-No tiene pulso.- dice uno de ellos.
-¿Como que no? Si acabo de verla respirar y le tomé el pulso, ¿qué coño está diciendo?- dije entre lagrimas.
Mi padrino me cogió de los brazos y me sacó de la habitación. Mientras veía como se llevaban a mi madrina rápidamente en una camilla hacia la ambulancia.
Ella no. Tiene que estar bien. Tiene que estar bien. No se puede morir...
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Autora: Este capítulo me costó bastante escribirlo, más por el final que por el principio si soy sincera.
¿La madrina estará bien?
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El tiempo
Teen FictionLucas es un chico con una vida feliz, o eso piensan todos. Todos los años se va a la tierra de sus padres donde pasa allí todo el verano junto a su familia, pero desde que Lucas tenía 10 años nada es igual en la casa en donde él vive con su abuela...