Capítulo 7

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Al día siguiente, por la tarde, fuimos a recoger a mi madrina del hospital porque a las 9 de la mañana más o menos nos habían llamado diciendo que ya le habían dado el alta y que podríamos recogerla cuando quisiésemos.

Se me podía ver la sonrisa de oreja a oreja cuando entre al hospital, eso era muy raro en mí porque no sonreía así nunca; directamente no me gustaba sonreír. Era una persona seria, creo que la única seria de mi familia, sin contar a mi padrino. Llegamos a la habitación de mi madrina y cuando entré la vi metiendo sus cosas en la bolsa que le habíamos traído con ropa y demás.

-¿Estas muy contento hoy no?- dijo ella con una sonrisa.

-Si, no sé el porqué. Hoy simplemente me levanté de buen humor.- respondí con sarcasmo.

Mi madrina me echó una mirada fulminante y solo sonreí más.

Salimos media hora más tarde del hospital, ya que nos habíamos retrasado bastante en colocar todas las cosas en la pequeña bolsa que le habíamos traído cuando ingresó.

Nos dirigimos directamente al coche para irnos a casa.

-Oigan, ¿podemos ir a visitar a la bisabuela? Es que no la he podido ver desde que llegué.

Mi bisabuela era otra persona muy importante para mí; con 97 años la cabrona estaba mucho mejor que yo y eso era de admirar. Ella sufrió mucho de joven, tuvo 8 hijos de los cuales 5 o 6, no sé muy bien, siguen vivos, los otros fallecieron. Pasó las dos guerras mundiales y la dictadura de Francisco Franco. Algunos dirán que no es para tanto, pero si lo es, porque ella tuvo que hacer mucho para sobrevivir y encima ella sola porque su marido se suicidó sin un porqué coherente. No era de una familia rica, entonces empezó a trabajar desde muy pequeña en el campo, porque en esa época las familias pobres trabajan en el campo para poder comer. También como todas las niñas se casó muy joven y tuvo su primera hija poco después de casarse. Y muchas cosas más que no me han contado, pero solo con eso me vale para saber que es una mujer fuerte y que se merece todo el cariño del mundo.

-No sé, yo diría de ir ahora, pero seguramente tu madrina está muy cansada.- me respondió mi padrino.

-Que va. Dormí un montón desde que me ingresaron. Si Lucas quiere ir, pues vamos.- contestó girándose en su asiento para mirarme.

Le sonreí.

La casa de mi bisabuela o abuelita como me gusta decirle está bastante cerca de la de mi abuela, así que tuvimos que coger el mismo camino para llegar.

Donde ella vive se llama El Catiñeiro, la verdad que el nombre me resultaba un poco feo, pero se notaba mucho que era antiguo. Ella vive en una casa de dos pisos hecha de piedra. Para ser de la época está bastante bien construida. Además también tiene como una pequeña granja enfrente de la casa.

Cuando llegamos todo estaba igual de cuando llegamos, aunque algo me dio muy mala espina. Sentía que algo no iba bien.

Sin decirle nada a mis padrinos corrí hacia la casa y abrí la puerta, lo que me extrañó mucho porque que yo recordara siempre estaba cerrada con llave. Entré en la casa y todo era normal, pero aún tenía esa sensación. Subí las escaleras más rápido de lo que debía y casi tropiezo, pero coloqué las manos en la escalera para lo darme en la rodilla y en ningún otro lado. Me incorporé y subí las escaleras que me faltaban. Fui directo a la habitación de la abuelita para ver si estaba todo bien...

Nadie, no había nadie. Me comenzó a dar un ataque de ansiedad, pero pude resistirme. Me dirigí al baño para ver si estaba allí pero nada. Entré a las demás habitaciones de la casa, pero no había nadie.

Vi a mis padrinos subir las escaleras y sus caras cambiaron rápidamente de un semblante extrañado a uno preocupado al verme dándome otro ataque de ansiedad que no pude resistir.

-¡Lucas!- gritó mi madrina corriendo hacia mí.- Relájate cariño. -¿Qué pasa?

-La... La... La abuelita no está.- intenté decir con mucha dificultad.- No está por ningún lado madrina.- la abracé.

Mi padrino miró en todas las habitaciones para mirar si estaba, pero fue en vano.

-No está. No está.- grité levantándome para ir a la habitación de mi bisabuela.

Necesitaba aire.

Me asomé a la pequeña ventana para respirar. Miré para abajo y grité. Grité lo más fuerte que pude.

Estaba ahí tirada, en el cemento sin asfaltar. No podía ser. Tenía un charco de sangre debajo suya y aunque no era mucha altura, era la suficiente para que ella pudiera morir ya que estaba muy débil.

Mis padrinos corrieron hacia mí por mis gritos y una vez que la vieron me apartaron de la ventana.

Mi madrina empezó a llorar y me abrazó lo más fuerte que pudo. Mi padrino llamó rápidamente a una ambulancia.

-La... La abuelita madrina. Ella no puede estar muerta. Ella tiene que estar bien.- logré decir y empecé a llorar más fuerte.

-Lo siento mucho cielo...

Me salí de los brazos de mi madrina y corrí hacia fuera. Tenía que abrazarla, ella tenía que estar bien.

Llegué a su lado y fuertemente la cogí en brazos y la apreté contra mí.

-Abuelita, despierta por favor. Estoy contigo, pero despierta.- dije entre lágrimas.

Lloré. Lloré mucho.

A los diez minutos o así llegó la ambulancia y me la arrebataron de los brazos.

-Tienen que ayudarla, ¿me escuchan? Ella debe estar bien.- gritaba mientras le tomaban el pulso.

Un médico se levantó y me abrazó.

-Lo siento.- dijo en voz baja, pero mis padrinos pudieron escucharlo.

No, no. ¿Eso significaba que había muerto? No, no. La abuelita no podía estar muerta.

El paramédico se separó de mí y pude ver como metían a mi bisabuela en una bolsa negra alargada con cremallera.

Yo únicamente me quedé ahí. Quieto. No observé ni a la gente que estaba a nuestro alrededor que no sabía cuando habían llegado, pero tampoco me importaba. Solo estaba allí, parado.

Al cabo de unos minutos una tía mía me sacó de mi mundo abrazándome.

-Siento mucho que hayas tenido que ver esto Lucas, eres muy valiente.- dijo mi tía Flora.

Me quedé callado, llorando en silencio.

Se separó de mí y fue a hablar con mis padrinos; pude escucharlos desde donde me encontraba, pero lo que oí no me gustó.

-Entonces, ¿se suicidó? - preguntó la tía.

-Eso parece.- contestó mi padrino.

No. La abuelita nunca se suicidaría por mucho que lo deseara. Entendía que ella rezara por las noches morir para no hacernos pasar trabajo a ninguno de la familia cuidándola, pero ella nunca haría eso. Ella era la persona más religiosa que conocía y suicidarse no era algo que ella pensara hacer nunca y menos cuando su marido lo hizo dejándola sola.

Algo había pasado, de eso estaba completamente seguro.

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Autora: Vaya. ¿De verdad será un suicido? ¿O algo más está pasando? Puede ser que Lucas esté en lo cierto, pero... ¿Estamos seguro de ello?

Espero que les haya gustado este nuevo capítulo <3

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