deseos

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fue imprevisto cuando se fue, primero dijeron que no se despertaba del sueño, pero luego aclararon que fue un infarto. ella golpeó mi puerta, me llamó despacio, alterada, la voz dolorosamente cortada. yo estaba acostada, engullida por las sábanas. la sentí llegar a mí, los ojos casi morados del frío y del llanto. no lloré con ella. estaba viejo y roto. ella susurraba y su voz cuajaba el aire, pero no me alcanzaba. sin embargo, la atajé a ella con mis brazos cuando flaqueó, se aferró hasta que me dolió la cara y me soltó de golpe. sentí el corazón atorado en la garganta, la sangre estática, el cerebro en mil pedazos luchando, golpeando por salir de mi cabeza. tembló en mis brazos, espasmódica, sollozante, las arrugas le surcaban los ojos más que nunca antes, crispados y algo más profundo que apenas reconocí. no podía decirle otra cosa más que tranquila. muda, la mañana, hasta parecía que la había secado el luto. el frío calaba, las caras ardían. sonaron tonos de llamada varias veces: venían, subían, cortaban; venían, permanecían, caían, hasta que se percataban de sí mismos. lo imaginé caminando por el cerro, persiguiendo algo incorpóreo, el aire diáfano arropándole la carne. evoqué sus ojos que se escondían detrás de sus párpados, tan hundidos como él mismo, más su gorro, más sus manos escuálidas, su cara licuada. me lo imaginé sonriendo, aunque nunca sonriera, desternillándose de la risa, luego caer al suelo abriendo el polvo y casi la tierra, las piedras curiosas irían a rodearlo confundiéndose con su piel gris. fantaseo con ideas terribles que nunca acabo y que se me deshacen en la boca. recuerdo a todos aturdidos, y a ella que le flotaron las lágrimas de la garganta hasta evaporarse en sus ojos. observé las cortinas como mortajas. decidí tajante y deliberadamente que no las correría. no iba a pasar el sol. iban a tragar todo hasta que quedase solo sombra y la sombra se tragaría a sí misma. he vivido preparándome para lo peor desde que me acuerdo que existe algo peor, un poco antes. prefiero pensar que mis recuerdos están en alguna parte, que los puedo palpar y que están bien.ella dijo que no podía estar muerto, que quizás estaba durmiendo. aunque se desvaneciera ante sus ojos. hace dos tardes él estaba bien, estaba feliz, soltó las palabras rápidamente. no quise decirlo, aquí lo escribo. estoy segura de que al morir, sonreía. estoy cansada, ni siquiera triste. quiero que vuelva pronto a casa. quiero abrazarla. quiero decir tantas cosas que no diré. algún día será tarde y entonces me iré a tender en el tejado de alguna casa extraña —siendo la extraña yo—, dormiré hasta que llegue el lunes, el cielo me va a hacer sentir ridícula y tonta. no sé si soy capaz de vivir esa oscuridad mórbida, el pozo inevitable al que caes y escuchas infinitamente a los demás llorar por ti hasta que simplemente ya no lo hacen. espero (ruego) genuinamente que exista algún lugar en el que reposar. pero. 

mi planta también está muerta, hace varios días ya, solo que hoy he decidido oficialmente que lo está. el tallo está oscurecido, las hojas chamuscadas, la muerte la rodea. está blanda, enroscada, como si meditara justo antes de que algo terrible suceda. he pensado en la palabra 'esporádico' para definir de alguna forma su muerte. la ventana siempre está entreabierta para que el frío levite y clave sus púas, pero el frío no viene de afuera esta vez. no quiero saber cómo va a suceder todo. fue el miedo paralizante, lo supe desde que me abrazó. no necesito someterme a verle destrozada sin poder devolverle la vida a su cuerpo frágil, humeante y contrahecho. en todo caso, creo que yo le daría más pena. hay partes de mí que desconocía y que se criogenizan, la resequedad ha invadido mis intestinos. no queda nada tierno interno, solo es miedo, y aun así espero cuidar bien de ti. 

10:14 am

pérdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora