Capítulo 1: Intro

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Debí haber contado esta historia mucho antes, pero algo en mi interior no me dejó. Algo que tú y yo conocemos, algo que podemos padecer todos los humanos, algo llamado 'no saber qué sentir por esa persona'. Empezamos mal, luego bien, luego mal, luego bien, luego no sabía, luego bien, y luego tuvimos que decir adiós. Y ahora es una "relación" de amor y odio que siento por ti, algo como un no sé qué carajo siento por ti.

David, ese era tu nombre, un nombre que revela mucho de la maravillosa y desastrosa persona que llegué a ver en ti. Una persona viciosa, que se mantiene peleando, que no se controla, que es impulsiva. Alguien con un corazón hermoso, con las palabras adecuadas y el acto directo.

Aún recuerdo esa primera vez que hablamos y, en secreto te mandé al carajo sin que tú mismo te dieras cuenta. Tú te fijaste en una chica muy común ─como lo soy yo─ de buso azul. Y yo me fijé en un gran hijo de puta como pensé que lo eras ─y parecías.

Habías dicho que tu nombre era David, pero que varios te decían Jerry. Por un tiempo decidí llamarte David, ya que tu sobrenombre me pareció que lo diría cuando te tendría confianza.

También mentaste que estaba acá por vicioso y agresivo. Y al cabo de unos pocos días ya hubiera descubierto esa parte de ti, que al principio no pensé que fuera nada grave, pero después cuando te vi en esas posiciones vi lo peligroso que eras, y digamos que en ese mismo momento empezaste a gustarme más de lo debido. Pero eso lo hablaremos después.

Y claro, no podía faltar el alago: "¡Qué labios tan lindos tienes!". Ridículo. Estúpido. Hijo de puta. Eso y más pensé en ese momento, y fue en ese momento donde pensé: "Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Lo odio..." Seamos claros, te pasaste conmigo en muchas ocasiones, y en muchas ocasiones lo olvidé porque sabía cómo eras: El gran Christian Grey del 2014.

Sigamos, pues. Me dijiste tu nombre, yo te dije el mío. Me dijiste tu problema, seguramente yo te habré dicho el mío también. Te pasaste con ese estúpido y ridículo alago. Y a la final, no recuerdo lo que te dije exactamente, pero eso te incomodó y te sentiste insultado, así que te fuiste.

"Al fin. Al fin se fue", pensaba yo desde mis adentros.

Y después de unos segundos, Catalina, mi amiga anoréxica, me dijo que eras como los demás, que eras un estúpido y que no valías la pena. En fin, declaró su odio hacia ti de varias de maneras en ese momento, y en los momentos que vienen a continuación.

Y esta es la historia de cómo me enamoré de un gran hijo de puta ─que aún sigo amando─ en un hospital mental ─o manicomio, si se ponen a pensar no hay mucha diferencia.

Amor de locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora