Capítulo 5: La película

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Ya habíamos terminado de desayunar aquella mañana. Recosté mis diminutas caderas en la pequeña pared que había cerca y me puse a ver televisión tranquila de pie, sin que nadie me interrumpiera ─me gustaban mucho esos momentos─, hasta que alguien me interrumpió, adivinen quién.

David.

─Hey... ─decía él.

¿No tenía nada más qué decir? Quiero decir siempre venía con sus ─pequeños─ músculos (aunque para él, su cuerpo es la gran cosa), su porte de hombre y su típico Hey.

─Hola.

─ ¿Qué haces?

─Estaba viendo televisión, hasta que llegaste tú.

─Ah. Bueno. ¿Qué están pasando? ─miró hacia el televisor.

─Son... animales... batallando por ser libres, ¡y mira! Lo son, no como aquí.

─Hey, ¿quieres que te cuente una historia?

─Quizás... ¿de qué se trata?

Y empezó contándome una historia que no recuerdo bien porque estaba hipnotizada viendo a los animales siendo felizmente libres. También creo que fue por los medicamentos que me daban. O quizás estaba hipnotizada por lo locamente atractivo que se veía David. Sí, las drogas...

─... entonces la muchacha ─volví a polo tierra y lo estaba escuchando de nuevo─ tenía el pelo corto y rojo y un cuerpazo ─me excité, broma─, tenía un traje todo así, todo entero, de negro y unos ojazos ─es chistoso, porque él hacía las expresiones, por ejemplo cuando dijo lo de los ojos abrió sus ojos como un calamar─, y todo de ella era como... ¡wow! Se llama Lucy, la película, y... ¿usted se la ha visto?

─No ─dije con una media sonrisa en el rostro.

─Deberías verla, sí, bueno, cuando salgas de aquí. Es muy buena. A mí me gustó mucho.

─Lo tendré en cuenta.

─Se dice con permiso ─dijo mientras una chica pasaba en medio de nosotros.

─Permiso ─dijo la chica, pero creo que era más bien por decir.

─Así, con delicadeza, como una señorita que es usted, con todo el respeto.

─ ¡JÁ!, como diga.

Aunque muchas de las mujeres de acá odiaban a esta chica, yo la amaba por esa actitud que tenía con todo el mundo.

─Pero mira cómo me responde.

─Ya, déjala ─dije.

Debo decir que esta escena me hacía mucha gracia, la verdad.

─ ¿Quieres que nos hagamos en otro lugar? Porque ─me empezó a susurrar cerca de mi oído sin dejar de mirarme a la cara─, es claro que acá estorbamos un poco.

Reí.

─Sí, como digas.

Y me dirigí a una parte en la que me gusta sentarme, sale mucho el sol por ahí, pero me gusta. Le diré El Rincón Soleado.

Masoquista. Así me llamaba David, a veces.

─Mejor ─dijo David.

─Sí.

Nos pusimos a hablar de otras cosas, que no enunciaré ya que no quiero definir esta historia como una historia de romance, así súper de romance. Aún no sé en qué bando definirla. Porque, nuestro romance es un romance muy raro, muy distinto, muy estúpido, muy celoso, muy de todo, un romance que no consigues en un manicomio. ¿Me entiendes? No es normal. No he llegado a conocer romances como el de nosotros. Es un romance muy raro. Un romance muy bipolar. Un romance que acabó... lo siento, David, tenía que acabar. No podía soportar el saber que estarías con alguien más, no podía soportar saber que me habrías superado ─quizás─, no sé, es que te enamoraste de una chica insegura, depresiva, con pensamientos asesinos y depresivos y yo... yo me enamoré de un chico agresivo y vicioso, un tanto prohibido y un tanto peligroso. Lo siento.

Amor de locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora