–Compórtate con el nuevo, no lo conoces– Rebe como siempre, aburrida.
Eso solo despertó en mí ganas de molestarle aún sin conocerle, que misterio todo con él, puede ser importante sí, pero no es un loco ni nada de lo que deba temer.
Salgo de mi apartamento a medio poner el tacón derecho, pido un taxi y allí me coloco el labial el cual si esperaba a ponerlo en casa llegaría tarde al trabajo.
–Disculpe ¿Podría ir más rápido?–dije con una falsa sonrisa tratando de mostrar simpatía.
El chico asintió pero no hizo absolutamente nada, buff no sé para qué les pagan, en un momento volteo y vi, saliendo de un bar de mala muerte a un ejemplo del posible amor de mi vida.
En un traje de diseñador francés (lo sé porque es el mismo que usa mi jefe) caminaba con paso firme y la cabeza alta, esa persona que me dejó atónita.
Cerré la boca, dejé de babear y miré hacia adelante sin poder sacarlo de mi cabeza, en serio me impresionó.
Al llegar al piso más alto, toda sudada y despeinada ya que el elevador estaba en mantenimiento vi a ese hombre que me contrató hace años a punto de dejar el lugar otra vez, pero esta vez para siempre.
Lágrimas resbalaron por mis mejillas por más que lo quise evitar, para tratar de mantenerme firme, y que no se valla con esa imagen mía en la cabeza, traté de evitar algo inevitable desviándolo con otra conversación.
–¿Y su nieto?–digo respirando profundamente tragándome las inmensas ganas que tengo de abrazarle.
Su nieto hiba a ser su sustituto en la empresa, el nuevo presidente, ojalá se asemeje a su abuelo, una persona serena y sabia.
–A-ah....no pudo venir hoy, lamento no poder estar presente cuando se conozcan–dijo lo más amable posible, mientras guardaba un retrato de sus hijos en su maletín.
–No hay problema señor Harrison–Un nudo se formó en mi garganta.
–Por favor hoy por mí último día trátame de tú–Dice y solo asiento con la cabeza.
El día transcurrió lento, aunque no me molestó porque no quería que acabase.
Al llegar a mi hogar me recosté en el sofá y quedé profundamente dormida, no antes sin antes remover mi maquillaje y derramar una que otra lágrima.
–¡¿Que hora es?!
Oh no, no escuché la alarma, era imposible que la escuchara desde mi habitación, llegaré tarde a mi primer día con el nuevo jefe ¡Genial!
Aunque me alisté y tomé un taxi lo más rápido posible llegué tarde a la empresa, subí, de nuevo a pié, y de nuevo sudada al despacho del nuevo presidente.
–Bueno a días señor Harrison–digo no sin antes tocar antes.
–Que horas son estas de llegar–dice una voz muy varonil pero de mal humor ¿Y esas pintas?
No puede ser....
Pero si es el chico de traje que ví el día anterior ¿Que hace aquí? ¿No me digas qué será mi jefe?
-–Perdóneme señor Harrison, es que me que.....– su voz un tono más alta que la mía me interrumpe.
–No me interesante tus excusas, ningún perdón me dará esos 20 minutos que llegaste tarde, ve a tu despacho que dejé ahí varios informes de los que necesito 4 copias de cada uno–dice y se da la vuelta dejándome ver mas claramente su rostro.
Me recorría con la mirada, analizando cada detalle de mi cuerpo con esos ojos color miel tan fascinantes.
Un silencio corrompió la habitación por unos cuantos segundos que a mi parecer fueron eternos hasta que se digna a hablar.
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Recuerdos
Romance¿Que pasa si un día pasando casualmente por la calle te encuentras al posible amor de tu vida? ¿Si al día siguiente por un giro del destino se convierte en tu jefe? ¿Si es bipolar e insoportable pero te sientes atraída por el? ¿Si te ves prácticamen...