Elena

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Llevamos cinco años casados y Oliver nuestro hijo ya tiene tres años, y sí, lo nombramos en honor al abuelo de Rafael, el eterno amor de mi tía, la Reina Margarita. Vivimos una vida sencilla y humilde, mi familia me desheredo por casarme con Rafael, mi tía se opuso a la decisión de mi madre, pero al final siempre se salió con la suya, aunque de vez en cuando recibo algún donativo de parte de mi tía, solo se lo recibo cuando realmente lo necesitamos, no quiero dar lástima. Rafael obtiene lo necesario para vivir con el ganado; ya me acostumbré a vivir sin la suntuosidad en la que siempre viví, fue difícil no lo niego, pero prefiero a mi pequeña y hermosa familia que a los mejores banquetes, joyas, vestidos, ver sonreír a Oliver y besar a mi esposo es lo único que necesito, yo los elegí, decidí que esa sería mi felicidad, después de todo descubrí que tener menos es tenerse más, tengo el tiempo necesario para mi familia y agradezco cada pequeña cosa, las valoro y las disfruto, lo que antes como las daba por hecho no sucedía, puede que tenga razón en lo que he descrito o puede que simplemente sea la justificación para la redención de mis actos, pero si es eso último agradezco no sentirlo, o no ser conciente de ello. Cuando uno ha decidido, el arrepentimiento solo es una perdida de tiempo. Rafael también decidió, he hizo lo que juro alguna vez no hacer, desertó de la milicia; y nos escogió, decidió ser Feliz a nuestro lado, que seriamos lo más importante, su mundo; fuera de nosotros todo sería secundario, decidió que si quería ser feliz tenía que actuar, y no dejárselo a fuerzas misteriosas o al destino, la historia de su abuelo y mi tía lo marcaron y juró que no lo repetiría en su vida, mando al diablo al honor, prefirió la humillación de ser un desertor que a dejarme viuda con nuestro hijo, después de todo la guerra y el reino habían existido y seguiran existiendo después de que hayamos fallecido, y nuestra vida solo es esta.  Nuestra historia podría no ser epica, pero es nuestra, y somos los protagonistas que decidimos ser, dentro del amplio abanico de lo infinito, nuestra historia aunque humilde también es infinita. Son ya cinco años juntos, y parece que fue ayer cuando nació Oliver que ya tiene tres años, aún recuerdo cuando lo tuve en mis brazos, junto a mi estaba Rafael, y recuerdo como él, curioso le vio detrás de la oreja izquierda buscando si había heredado mi lunar en forma de Semiluna, lunar de la familia real que había dado origen a la insignia de nuestro Reino, pero que en las últimas cinco generaciones solo mi tía Margarita y yo habíamos manifestado. Oliver no tenía el lunar, pero Rafael se sintió más que satisfecho al ver que Oliver al mostrar sus ojitos tenía los ojos igual que su papá y que su abuelo antes de perderlos, uno azul y el otro verde.

TU Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora