Capítulo 2- Al modo Stiles

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Finalmente toda la estación desapareció dejando en su lugar una cueva, justo enfrente de nosotros hay un cielo soleado, bajo a este se encuentra una especie de playa, el agua se ve tan clara con los rayos del sol reflejados en ella

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Finalmente toda la estación desapareció dejando en su lugar una cueva, justo enfrente de nosotros hay un cielo soleado, bajo a este se encuentra una especie de playa, el agua se ve tan clara con los rayos del sol reflejados en ella. Es hermoso, nunca había visto algo así mas que en fotografías, mi vida siempre ha sido en la ciudad, los edificios son todo lo que conozco.

Los Pevensie sueltan unas risas mientras salen corriendo y comienzan a jugar con el agua. Lo único que puedo hacer es quedarme en la cueva, ¿cómo no se han cuestionado lo extraño que es esto? Estábamos esperando el tren para ir a casa. ¡Casa!, mis padres me están esperando y estoy muy segura que la estación queda muy lejos de aquí.

—¡Nora!—Veo a Peter acercándose a mi—. ¿qué haces aquí? Vamos—dice tirando de mi mano.

—Exactamente, ¿qué hacemos aquí? ¿qué es este lugar? ¿por qué desapareció la estación?—La expresión en el rostro de Peter dio paso a una sonrisa—. ¿Qué te resulta tan gracioso?, ¿tienes idea de lo que me harán si no regreso a casa para la cena?—. Eso solo hizo aumentar su sonrisa. Tonto.

—¿Te he dicho que te ves linda hoy?— suelta y aparto la mirada nerviosa. Lo hizo otra vez.

¡Maldita sea, Susan! En qué momento la hice enojar tanto para que le dijera a Peter que me parece atractivo, si tan solo hubiese sido eso, le contó todo; que me gusta desde que entraron al instituto, que su regalo de navidad es el primero que compro, y otras cosas de las que me avergüenzo. Ahora las sabe él.

—Tanto como tú y ese pómulo morado—eso lo hace soltar una risa corta.

—Se nota mucho, eh—vuelve a tirar de mi haciéndome caminar hacia los demás—. Veo que me estás hablando, creí no lo harías como las otras veces—dice soltando mi mano.

Me limito a caminar, noto como todo su humor cambió desde que dejamos aquella estación. No sólo eso, está relajado, algo inusual en él, siempre está tenso, y de eso se acompañan sus emociones.

—¿Y bien?—suelto apenas llegamos con los otros—. ¿Alguien me va a explicar qué está pasando?— Los hermanos se miran entre sí y nadie dice nada.

Solo los observo esperando una respuesta coherente que explique lo que acaba de suceder.

¡Pero claro!

—Ed, levanta tus manos, por favor— Algo confundido me hace caso y empiezo a contar sus dedos uno por uno. Son diez, qué extraño—. ¿Por qué tienes diez?— suelto no esperando una respuesta.

—¿Cómo por qué?—Pregunta Susan.

—Sí, a ver tus manos, Su. Se supone que en un sueño la gente tiene más dedos— Ella solo me mira confundida—. Bueno, eso vi en un programa—me encojo de hombros—. Espera... Ed, ¿siempre has tenido diez?

—Bien, ¿alguno de ustedes le puede contar?— Pregunta el rubio entre risas.

—¿Por qué no le dices tú?— Dice la mayor—. Eras el más ansioso por volver.

La Tercera Hija De Eva || Peter Pevensie✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora