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Una vez llegada al finísimo restaurante, entró captando la atención de todos.
Peter fue el primero que la vio, levantándose apurado y llamando la atención de David también.
Se saludaron cordialmente, pero al acercarse a la mesa, vio algo que hubiera querido nunca presenciar...
Melissa Hurley, sentada sobre el regazo de él y hablando animadamente como si se conocieran de toda la vida. Él al observar a Laureen a pocos metros de él, asintió con la cabeza pero con una emoción que no supo identificar en su interior.
Laureen apenas correspondió, sentándose lejos de ambos y con la cabeza totalmente perdida.
Se sentía ingrata. Sola, confundida.
¿Qué sentido tenía? Volvió a preguntarse, y lo hizo nuevamente como si la respuesta que encontrara en su interior pudiese cambiar de un segundo para otro. Aún así tenía miedo de encontrar la misma; se sentía ridícula, estúpida, algo atolondrada y sin dudas confundida. ¿De que servía el amor, si el mismo no podía manifestarse de la única forma que se sabía?
Se sentía presionada en cambiar, todo el tiempo juzgada por los ojos de sus emociones. Todo por amar a un hombre cuyo destino era permanecer alejado de ella, quizás por lo que quedara de los días.
Después del tour, pensó, después del tour se lo diría.
Pero aquella promesa, hecha a sí misma, nunca se concretó. Nunca pudo decirle lo que sentía, nunca pudo decir lo que realmente quiso decir. Se halló silenciada por el mismo hombre que la mantenía cautiva en su propio encanto. Al verlo besar con ternura y pasión, a una mujer que no era ella.
David había comenzado a salir con Melissa Hurley, aquella hermosa mujer que parecía seguirlo con la mirada cada que podía. Y no la culpaba, realmente le parecía algo hermoso el que ella se viera correspondida con tanta intensidad. Y tampoco le parecía fuera de lo común haberlo conseguido, dado que en los últimos ensayos parecían tan acaramelados que llegaban a confundirse la profesionalidad con la seducción.
