VII

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La puerta se abre y tras el vapor sale un rubio descalzo con su ropa sucia en las manos, hechas una bola revuelta. La tolla amarrada es suficiente para cubrirlo pero Sasuke ya no necesita imaginar mucho, apenas unas pocas partes más y ya tendrá la imagen completa. Mira a su hermano sentarse y mirar al chico sin sentirse más atraído que por la sorpresa de verlo caminar lentamente.

De alguna manera, logra imaginarse que sí que es su esposo y lo conoce desnudo y si tan solo fuera como su imaginación, le diría a Itachi que se saliera... o quizá Itachi se saldría él mismo respetándoles. Y él no tendría que salirse. Baja la cara y se muerde el labio inferior con dolor emocional.

-Te dejamos para que te vistas.

-Oiga, Sasuke... necesito hablar con usted.

-Vístete. –ni se atreve a verlo a los ojos. La loción de Itachi es opacada por el aroma del vapor resguardado y su shampoo. Y Sasuke anhela, mientras baja la vista, olerlo a él. Tenerlo de nuevo ese aroma de la almohada, del cuello, de su ropa.

Le duelen las piernas y baja con gestos poco ensayados casi de un brinquito, mirando con cierto coraje al caballo que se regodea y mueve las patas en su lugar, ansioso de su premio.

-No puedo creer que me entiendas, esto está fuera de la lógica. Eres un animal. –le regaña y da un paso atrás cuando lo ve relinchar molesto. –Ya voy, ya voy. –se adentra a la cocina por esa puertecita entre tanta plantita (su lugar favorito) y saca entre sus manos un total de siete zanahorias que ni se molesta en lavar. –Veamos... -la lanza y le cae en la cara al caballo. –Perdón. –La recoge. –No pienso dártela en la boca, das miedo. –le dice con seguridad y entonces escucha una risilla masculina.

Es Minato, el padre de Naruto, avanzando desde detrás de un tractorcillo verdoso, cargando en su mano izquierda un vaso vacío, quizá lo terminó de beber y ya se dirigía al interior del hogar. Sasuke quedó estático, avergonzado de su charla, aunque no tanto al ver su tranquila mirada. A diferencia de con su hijo, este sujeto le transmitía cierta calma. Lo conoció el día anterior pero no habían podido charlar, así que sonrió un poco tratando de ni verse tan incómodo como se sentía.

-Perdone, no sabía que estaba usted aquí. Ahm... pagaré las zanahorias. –acertó en decir con cierta soltura de tono mientras miraba el montón aun en sus manos.

-¿Kurama no debería estar con Naruto?

-Yo, sí, este... me dejó irme con él.

-¿Sabe montarlo?

-No mucho, de hecho ha sido el peor viaje de mi vida.

Observó con cierto sudor en su espalda, cómo Minato pasaba su mano extendida por el pelaje del caballo, admirando, cuidando, quizá hasta revisándolo. Nada de eso le ofendió, después de todo, es un animal, habría que cuidarlo.

-Es curioso...

-¿Qué?

-Que le dejara tomarlo.

-Ah... -se sintió expuesto, orillado y descubierto. Su cabeza pensaba en miles de formas de defenderse pero no se decidía por ninguna.

-¿Me permite? –estiró la mano y tomó una zanahoria, dándosela al animal ansioso. –No muerde, es bastante manso. Todo animal educado por mi hijo es bastante manso. –le aseguró. –A mi hijo no le gusta la violencia.

-Ah, claro que no. –farfulló recordando la pelea en medio del campo de cultivos. Miró su pantalón manchado y el calor aun en su nuca, estaba sediento, por cierto y pensó en deslindarse de la tarea para ir a beber algo.

La irreverente historia sobre cómo Sasuke encontró al amor de su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora