I

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Tras una mañana pesada, llegó a su apreciada casa ya quitándose la mochila de un hombro y con la cara de mayor agotamiento que pudo expresar deseoso de que su madre lo viera, se conmoviera y le preparara una cena especial y así levantar los ánimos.

Sin embargo, ese mismo cansancio le provocó omitir ciertos detalles. Uno de ellos era primero la gran camioneta color negro, pulida y de altas llantas manchadas de barro rojizo.

Otro detalle que no notó fue que la puerta de la oficina de su padre, primer cuarto al que se puede tener acceso desde la entrada, estaba abierto; señal de que su padre no estaba en sus horarios cotidianos de trabajo pues... trabajando. Lo cual es raro.

También ignoró el olor a café, café puro de grano que invadió sus fosas nasales pero no disfrutó.

Solo emitió su claro "ya llegué" de siempre y con los ojos entrecerrados, dramatizando su cansancio, se acercó a la sala buscando a su madre santa que lo besaría y escucharía sus quejas del día para luego notar la visita de un tercero.

Era un hombre alto vestido con mezclilla gruesa azul, botas de color dorado y un fajo de ancha hebilla plateada. Una camisa de cuadros, roja, fajada correctamente y con una corbata de bolo que se notaba costosa, con un brillante cristal azulado brillando en el dije. Todo eso enmarcaba la presencia de un hombre rubio de piel acanelada por el sol y con unos ojos azul océano.

Sasuke bajó la mochila hasta el piso y se le quedó mirando por un rato, porque esos ojos ya los conocía. De hecho, todo ese rostro. Aunque no esperaba esa madurez en la mirada y esa quijada endurecida por situaciones que desconocía.

No esperaba verlo nunca más en su vida.

"¡No se irá de mi lado, dattebayo! No se lo voy a permitir."

-Sasuke... -Mikoto, su dulce madre, tenía una sonrisa relajada en su boca pero sus ojos oscuros estaban achicando al pobre joven que tuvo que parpadear saliendo de sus recuerdos. –Querido... que bueno que ya llegaste. –saludó sin moverse de la pesada silla de la sala.

Por otro lado, su padre fue completamente transparente, mirándole con enojo y desconcierto, exigiendo con todo su lenguaje corporal una respuesta a una duda que Sasuke ignoraba.

-Vino un... ahm... ¿amigo? A buscarte. –le dice su madre todavía calmada. Sasuke mira de nuevo al rubio y hace memoria.

-... ¿Naruto?

-Sasuke. –suspira el nombre, parece sonreír poniéndose de pie con rapidez y sosteniendo su sombrero entre sus manos, parece nervioso. –Logré terminar la casa, dattebayo.

-... Ah. –Está vacío de ideas. –Tu camioneta... -por fin reacciona el cerebro.

-Es la que me pidió, ahí está, tal cual usted me dijo que la deseaba.

-Sasuke, mi vida. –Mikoto enojada suele ser muy cariñosa con palabras, es su forma pasivo agresiva de acceder al regaño y sabiéndolo Sasuke, se siente frio. -¿Nos puedes aclarar algo?

-¿Qué? –le mira pálido.

-¿Cuándo te comprometiste?

-¡¿Qué?!

-Aquí el... caballero... nos está pidiendo tu mano oficialmente. –le explica su padre con un tono tan severo que hasta el rubio nota el cambio de conducta de los dos. -¿Me puedes explicar semejante circo?

-¿Circo? –interrumpe el rubio. –Perdóneme señor, pero yo voy muy en serio con su hijo.

-¿De dónde se conocen? –lo ignora por completo y sigue cuestionando sin paciencia a su segundo hijo.

-Ahm...

¿Cómo explicarlo?

-Sasuke. –Mikoto ya se ha puesto de pie.

-... Itachi me dejó en la carretera.

-¿Qué?

-Le arruiné el trabajo de su universidad a propósito porque él no me respetó mi cita con él para una tarde de hermanos así que cambié todas las palabras "mercadotecnia" por "traidor" en su trabajo final del semestre. Lo entregó así y me llevó a un viaje sin decirme, atado de manos y pies. No fue mi culpa, él es quien no respetó las necesidades familiares y promete pero no cumple.

-¡Sasuke Uchiha!

-¡Me dejó en una carretera! ¡Sin teléfono! Entonces tuve que caminar a buscar un pueblo y ahí... bueno... lo conocí a él. –apuntó con la mano completa al rubio.

-Se veía muy agotado ese día dattebayo. –añadió. –Con su cara sudada y los pies tan sucios por el lodo. La mejor experiencia de mi vida. –asintió reflexivo. –Y lo mejor que me ha pasado, claramente. –dijo rompiendo la comedia y generando un ambiente pesado. Sasuke lo miraba con asombro mientras sus padres querían comérselo vivo. Carraspeó. –Pero bueno, a lo que cruje... -aplaudió. –Mire, señor, yo ya tengo las peticiones de su hijo y estamos listos para la unión. Nada más falta que ustedes se vayan al rancho. La boda la tengo lista, nada más usted, Sasuke, dígame cuándo la quiere.

-¡¿Qué?! Bo, bo... ¿Boda? ¿Cuál boda?

-Ay, ¿pues cuál va a ser? La suya conmigo.

-¡Estás loco!

-Dime muy bien qué demonios está pasando, Sasuke porque si es un loco, lo sacaré a patadas.

-Cálmese don... yo no ando de loco. Bueno, sí estoy loco pero de amor. Y eso no es pecado ni delito. –se ofendió el rubio y se irguió para defender su postura. –Que yo sepa, claro. –Dudó unos segundos. 

La irreverente historia sobre cómo Sasuke encontró al amor de su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora