CAPÍTULO 3

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- Te estabas tardando – dijo, con voz profunda.

Me paralicé y el frío me recorrió las venas. En mi cabeza comencé a calcular las posibilidades de salir corriendo y llegar a la puerta de salida antes de que él me atrapara.

Antes de que yo pudiera hacer nada, él volteó para verme a los ojos. El resplandor de la luna alumbraba, solamente, el perfil derecho de su cara, dejando a oscuras el resto. Me registró con la mirada, sin expresión alguna y haciendo que un escalofrío me recorriera la espalda. No lo pensé dos veces.

Salí corriendo por el pasillo a toda prisa, bajé las escaleras e iba a cruzar la sala cuando sentí que me cogían de la muñeca y tiraban de mí hacía atrás.

-¡Suéltame! – grité e intenté zafarme de su agarre - ¡ayuda!

-No hagas las cosas más difíciles – dijo el desconocido, pero seguí forcejeando - ¡Brenda! – me reprendió.

Por mi cabeza pasaron un sinfín de pensamientos. No sabía quién era la persona que estaba detrás de mí, pero esa persona sabía mi nombre, lo que no era buena señal. Tenía la respiración agitada, el corazón me latía de manera desbocada y mi cabeza comenzaba a preguntarse si saldríamos de aquella.

El desconocido me tomó por la cintura para darme la vuelta y quedar frente a frente. Antes de que yo pudiera reaccionar, él me cubrió la nariz y la boca con un pañuelo húmedo. El olor a hiervas y flores silvestres inundó mis fosas nasales, relajándome por completo y haciéndome perder en unos ojos grises y profundos que me miraban sin expresión alguna.

Después de eso, solo había oscuridad.

***

Silencio y oscuridad. Mi cuerpo estaba relajado y cálido, mi respiración era acompasada y mi cabeza estaba despejada.

Abrí poco a poco mis ojos y, mientras lo hacía, caí en la cuenta de que era la primera vez, en mucho tiempo, que dormía de esa forma y realmente descansaba.

Miré la habitación y fruncí el ceño. No era mi habitación. Tras un momento de reflexión los últimos sucesos cayeron sobre mí como un balde de agua fría. Bajé de la cama a toda prisa y revisé mis extremidades. Estaba completa y en una pieza. No sabía si eso era bueno o malo, pero al menos estaba viva.

Eché un vistazo a la habitación, no era de gran tamaño, pero se veía acogedora. Junto a la puerta había un armario y, contiguo a este, un escritorio con algunos libros sobre él. El cuarto contaba con una gran ventana que ocupaba todo el espacio entre el techo y el piso, permitiendo que la luz del día entrase e iluminase toda la habitación.

De pronto recordé que la última vez que había estado despierta era de noche, lo que significaba que llevaba varias horas dormida y aún no tenía ni idea de en donde me encontraba.

Me fijé que junto a la cama había una mesita de noche. Revisé sus cajones en busca de algo que me fuera de ayuda en caso de necesitarlo, pero solo encontré más libros y algunos objetos de uso personal. Mi última alternativa era la ventana, descorrí las cortinas y las abrí por completo, teniendo precaución a la hora de aproximarme a la orilla, pues no tenía ningún tipo de protección. No sabía qué tipo de arquitectura era aquella, pero era peligroso tener un tipo de ventana como esa, sobretodo porque la habitación estaba en alturas.

El aire frío azotó mi cara, lo cual no me sorprendió al fijarme en el exterior. El paisaje era montañoso, con muchas rocas y poca vegetación. A lo lejos, al descenso de la altura, podían observarse algunas casas o lo que supuse sería un pueblo.

Escuché que tocaban un par de veces la puerta y al instante todos mis sentidos se pusieron en alerta. Me quedé en mi lugar, mirando la puerta, sin hacer un solo movimiento.

Un momento después, los golpes se repitieron y, seguido de ellos, las palabras de un hombre con voz apremiante:

-Brenda, sé que estás despierta. Abre la puerta- su tono era exigente.

No me moví de mi lugar, estaba paralizada. Escuché como suspiraban del otro lado de la puerta.

-Está bien, voy a entrar – dijo el sujeto, de manera mucho más amable.

Segundos después, la puerta se abría y por ella entraba un hombre de mediana edad. Era un hombre de contextura delgada, alto, con cabellos castaños y ojos de color verde. Sus rasgos eran duros y su expresión era la de un líder con autoridad.

Él avanzó, la seguridad en sus pasos dejaba en claro quién tenía el control de la situación, y yo retrocedí un poco, mi pulso se había disparado.

-No estoy aquí para hacerte daño – advirtió, al ver mi reacción –seguramente tienes muchas preguntas, pero lo primero, es que sepas que conocí a tu padre y fuimos compañeros en algunas ocasiones. Mi nombre es Abdel.

La mención de mi padre me dejó intrigada. Él jamás me había hablado de su familia o amigos, siempre que yo tenía curiosidad sobre ese tema, él lo evitaba. Pero, aun así, no estaba segura de que aquel hombre dijera la verdad.

El hombre avanzó un poco más y, detrás de él, pude ver al chico que había visto por primera vez en la cafetería. Sus ojos de color gris se encontraron con los míos y su mirada desafiante me obligó a apartar de inmediato la vista.

-¿qué es lo que quiere de mí? – pregunté, de manera mucho más brusca de lo que pretendía.

-Brenda, no queremos hacerte daño. Te trajimos aquí para protegerte –fue el mayor quien contestó.

-Arrastrar a alguien inconsciente y de manera involuntaria me parece más un secuestro que una forma de protección- contraataqué. Me estaba muriendo de miedo, pero mi padre me había enseñado que jamás debes dejar que el oponente sepa lo que pasa por tu mente.

-Escucha, si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho –

Después de eso hubo un silencio en el que yo me debatía entre confiar en ese hombre o salir corriendo. Abdel aprovechó mi desconcierto para acortar un poco la distancia que nos separaba, su proximidad me puso nerviosa, por lo que reaccioné de manera precipitada.

-¡no se acerque más! –grité, mientras caminaba hacia atrás.

-¡Brenda! Quédate donde estas, no retrocedas más.

Pero yo no lo escuché y seguí retrocediendo porque yo no conocía a ese hombre.

Y entonces sucedió, llegué al borde de la ventana y resbalé, cayendo de espaldas al vacío. Todo fue tan rápido y lento al mismo tiempo. Ahí en el aire, a punto de morir, no sentí más que resignación ante lo que no podía controlar y simplemente cerré mis ojos, preparándome para lo inevitable.

Sin embargo, nunca sentí el impacto. En vez de eso, escuché el batir de unas alas y como unas garras me tomaban con seguridad, elevándome nuevamente y depositándome en el lugar en el que había estado momentos antes.

Traté de calmar mis respiraciones y abrí mis ojos, los cuales se encontraron con la figura de un majestuoso águila. El águila comenzó a disminuir su tamaño y a transformar su figura hasta quedar como un simple hombre ante mí.

Mi mente se había quedado en suspenso ¿qué acababa de pasar?

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NOTA: Aquí está el capítulo de la semana ; )

A partir de la semana entrante voy a estar actualizando todos los viernes.

Besos ...

Clanes: El inicio de la revoluciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora