- ¿Te gusta? - dice la mujer junto a mí mientras contemplo su casa.
Dos plantas, desde fuera se observa la doble altura que tiene la casa así como es probable un desván y todo pintado de un color blanco como la nieve y retoques verdes que hace parecer la casa como una de esas típicas donde se ruedan películas americanas de adolescentes universitarios. Ella la desapercibida y él el quarterback del equipo por el que todas están locas. Siempre tan predecible el final. Pero aquí ni hay un quarterback ni yo paso desapercibida porque soy la nueva y todas las miradas de los vecinos que han pasado en los dos últimos minutos que llevo observando la casa han ido dirigidas a mí preguntando si soy algún tipo de alienígena o algo por el estilo.
La maleta de estampado vacuno descansa a mi lado con la mochila encima esperando a que haga algún movimiento con ellas, al igual que lo hace la mujer que empieza a mirarme preocupada porque haya podido sufrir algún tipo de shock en el viaje.
-Es increíble- digo en español alzando las cejas.
Veo como la mujer arruga su ceño con una sonrisa confusa, giro la cabeza hacia ella y afirmo enérgicamente para afirmarla que lo que he dicho en mi propia lengua no ha sido un insulto o algo por el estilo. Cojo la mochila para poder tirar de la maleta y con la compañía de Ann cruzo la vaya del jardín perfectamente cuidado que me recuerda al de mi propia casa. Bemus se adelanta para llegar antes que nosotras dos a la puerta de la casa y sin necesidad de usar la llave abre primero la que usan como repelente de los mosquitos y después la de madera blanca con detalles dorados y el número 59 colgado en la puerta. Miro hacia atrás mientras recorro el pequeño camino asfaltado para ver el buzón que he pasado por alto, verde como esos pequeños remarques de la casa. Algo tan estúpido como es la armonía de colores que hay allí me hace sonreír plenamente.
Con ayuda de Ann subo las escaleras para por fin adentrarme en aquella enorme casa donde solo logro ver unas escaleras de subida a la derecha ya que dos niños corren hacia mí según pongo un pie bajo ese techo. El niño se acerca a pocos metro para mirarme directamente pese a la diferencia de altura y la niña se coloca junta a la madre curioseando lo que investiga su hermano. Probablemente sean como dos pequeños diablos diminutos que compaginan ideas para hacer lo peor que puedan, o eso es lo que me dice la sonrisa falta de algún que otro diente del pequeño.
-Cameron déjala en paz, no empieces con tus preguntas eh- dice el hombre mientras se asoma a una de las salas continuas.
-Eva, ellos son Cameron y Moon- me explica Ann.
-Hola- saludo sonriente ante la sonrisa de Cameron.
-Hola, soy Cameron, tengo diez años, ¿y tú? - dice mientras me extiende su mano.
Una pequeña risa sale de mi boca mientras aprieto su mano y antes de que pueda contestar la voz de Bemus me avisa que no he conocido aún a toda la familia o que la que pensé que sería mi labor de canguro la está haciendo otra persona.
- ¿Hugo? Ven aquí un momento hijo por favor- sin recibir respuesta alguna nos mira para exculparse-. Perdonad un momento, ahora vengo.
Y sin que su mujer diga nada sale de nuestra vista dejándonos solas con los pequeños y la pregunta de Cameron aún sin responder.
-Oye no has respondido- se queja poniendo los brazos en jarra.
- ¡Ay! Perdón, se me ha olvidado. Tengo dieciocho- sonrío sintiendo como fluyo con el inglés.
-Como el tate- dice Moon asomándose desde detrás de su madre.
Frunzo el ceño sin comprender a quién se refieren y sin que Ann pueda aclarármelo el tate aparece frente a mí con su padre pisándole los talones y la cara cambiándole del enfado a una sonrisa que intenta mostrarme.
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Un amor de ida y vuelta
Teen FictionUna beca de estudios, ese es el primer paso para alejarte de todo lo que era tu hogar. ¿Vale la pena viajar 8799.1 km para estudiar? Sí, para Eva lo valdrá ya que no es un viaje cualquiera sino que es un Au Pair donde deberá ayudar en la familia qu...