18. Mediocridad.

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Correr por la casa de los Twist se ha convertido en una tradición para mí. Por las mañanas las prisas me pueden intentando no llegar tarde hasta que suena el claxon del coche de Zac dando la señal de que debo salir ya de casa antes de que se vaya sin mi. Por las tardes corro tras los niños pidiendo que dejen de hacer cada una de las maldades que se le ocurren a uno u a otro, siempre tienen ideas que me sacan de quicio, son como Zipi y Zape pero en versión americana que es peor ya que no entiendo si quiera a veces lo que traman porque por mucho que me esfuerzo con el idioma estos niños usan palabras que no había oído nunca o hablan tan sumamente rápido que me es imposible captar algo más que un "vamos hacerlo". A la noche ya por fin en la cama puedo descansar pero parece ser que el maldito hijo mayor se ha propuesto complicarme un poco más la vida y ya van tres noches que me desvela con sus ruidos, golpes llegando borracho, risas de chica que por supuesto intuyo que serán de Sophia y por último música, música a las tres de la mañana como si diese igual el hecho que el resto de la casa tenga que madrugar al día siguiente. El resto de la familia parece estar acostumbrada pero yo desde luego que ya he empezado a mirar por Shein un par de tapones de cera para los oídos, necesito dormir más de tres horas seguidas.

Hoy por fin es viernes y corre la suerte de que pase la noche fuera, él, yo no porque por supuesto no sería capaz de decirle a Ann y Bemus que voy a tener una cita con el mejor amigo de su hijo y no volveré hasta mañana así que lo mismo alguna fiesta le consume hasta pasada las siete de la mañana y podré dormir un tiempo sin tenerle en la puerta de enfrente molestándome. He intentado hablar con él después de que nos viera a Zac y a mí en el coche besándonos, pero todo ha sido en vano porque siempre encontraba la manera de hacerme a un lado evitando cualquier pregunta o palabra si quiera por mi parte. 

Me miro en el pequeño espejo que Ann me regaló hace dos días para el escritorio para así poder maquillarme con más facilidad que en el cuarto de baño que es compartido. Compruebo que el rimmel está perfectamente aplicado al igual que las oscuras sombras de mis ojos remarcando el color claro de mi iris, el color del mar. Suspiro recogiendo todo, me queda al menos media hora para que Zac venga a por mí y ahora mismo en casa como cada viernes solo estamos Hugo y yo por lo que podría ser el momento perfecto para buscarle e intentar hablar con él ya que ha pasado de ser ese Hugo majo a mostrarse de nuevo como el capullo que se presentó el primer día ante mi.

Aplano mi jersey sin mangas frente al gran espejo de mi habitación y recoloco las mangas de la camiseta que llevo por debajo del mismo, completamente blanca como mis propios pantalones. La blancura de mi ropa hace contraste con el maquillaje, he aprendido tanto de Lúa en este verano que se la forma correcta de combinar todo. No es que antes no lo hiciera ya que siempre ha sido algo que me ha gustado controlar en mí misma, pero cuando pasó lo de mi madre perdí el control y me basé en la supervivencia. 

Me dirijo hasta la puerta directa para cruzarla y darme paso a la siguiente donde doy un par de golpes esperando a que la fuerte música que se cuela por debajo de la madera se pare y la voz grabe del chico me dé paso, pero no recibo respuesta más que la del cantante de Twenty One Pilots cantando "Leave the city". Suspiro dejando el puño sobre la puerta apoyado pensando si lo mejor sería pasar o darme por vencida pero cuando oigo que la música parece cesar, el sonido de la batería baja para ser solo la voz del cantante con la base sonando cada vez más bajo, me decido a bajar mi mano hasta el picaporte y abrir la puerta para encontrarle tumbado en su cama con el móvil sobre su pecho mirando hacia el techo. Sus ojos rápido se clavan en mi y sin moverse me desprecia con un solo movimiento de los mismos.

-No te he dado permiso para pasar- se queja volviendo a mirar al techo.

-Ya, pero yo estoy haciendo igual que tú, llamar y darme por invitada.

-Pues ya puedes ir dando media vuelta, estoy ocupado.

-Si, eso creo...¿mirando al techo no? ¿Has visto ya alguna cosa en él que arreglar o solo lo miras imaginando escenarios falsos?

Un amor de ida y vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora