15. Que pena que seas hetero

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Cuando la puerta de mi dormitorio se vuelve abrir de nuevo sin pedir permiso empiezo a comprender que convivir puerta con puerta junto a Hugo es lo que tiene. Su falta absoluta de modales. 

-¿Tan difícil es dar tres puñeteros golpes y esperar una respuesta?- me quejo dejando la alargada barra de rimmel en la mesa de escritorio que ahora tiene todo mi maquillaje desperdigado.

-Teniendo en cuenta que es mi casa y que estás invadiendo este espacio que antes era mío pues...sí la verdad- sonríe de medio lado sacándome de quicio.

Ruedo los ojos cogiendo la barra de pintalabios que me compró mi padre en las últimas navidades y aún contiene un poco de líquido para esparcirlo por mis gruesos labios. Es mi tono favorito, el labial perfecto y que siempre suelo usar cuando decido a ponerme alguno. No solo por el simple hecho de que el color granate combina con la blancura de mi piel sino porque también todas las navidades me lo suele regalar mi padre tal y como hacía mi madre desde que dije que era mi favorito. Hay pequeñas tradiciones que hacía mi madre y él no ha querido dejarlas morir ante su ausencia sino que aun el dolor que le supone a veces, las revive y hace que esos pequeños detalles la mantengan a ella también junto a nosotros.

-¿Te piensas poner algo más de todos esos mejunjes o nos podemos ir ya?- se queja Hugo sentándose en mi cama, de nuevo sin pedir permiso.

Me giro ofendida, guardando el pintalabios y el resto de cosas en el pequeño estuche transparente que uso como neceser y le miro frunciendo el ceño mientras pongo mis brazos en forma de jarra esperando a que sepa que lo de sentarse en mi cama tampoco es algo que pueda o deba hacer sin consultarlo antes. Parece que ahora somos mejores amigos y hace unos días era incapaz de devolverme el saludo cuando nos cruzábamos por su casa.

-¿Qué? Ya se que voy guapo pero deja de mirarme así porque no me pienso desnudar- se burla a lo que yo abro y cierro mi boca como un pez sin saber que decir.

-Maldito engreído. Para empezar ya he terminado de maquillarme porque no son mejunjes sino maquillaje.

-Aleluya- susurra por lo bajo alzando las manos.

-Después, que sepas que eso de sentarse en mi cama tampoco es algo que...como decirlo a ver...si mira mejor levanta tu bonito trasero de mi colchón porque me veré obligada sino a sacarte a patadas de mi cuarto al cuál has entrado sin permiso para sentarte en mi cama sin consultar- suelto de corrido con la rabia aumentando al ver sus dientes delineados en una sonrisa-. A ver si voy a tener que enseñarte yo modales porque los de tu padre se te han olvidado.

Noto la inquietud en su cuerpo, como se remueve en mi cama para levantarse y acercarse a la puerta sin que haga falta que yo diga mucho más, pero aún así no siento esa tranquilidad de haber conseguido que deje atrás su maldita sonrisa burlona o que pare de incordiarme. Por como deja su mirada fija en la suela de sus zapatos reafirmo lo que mi mente piensa rápido, un comentario desafortunado ha tenido que salir de mi boca para hacerle reaccionar de esa manera tan distinta. Es como si ahora fuese de nuevo el Hugo que me mira de lejos sin querer dirigirme mucho la palabra más allá de lo que sus padres le exigen o la vida misma le pide.

-Te veo en la moto en cinco minutos- me pide saliendo de mi vista dejando que oiga como desciende las escaleras con rapidez.

Escucho la puerta cerrarse segundo después y mi impulso me lleva asomarme a la ventana para verle junto a su moto donde se apoya con delicadeza para después sacar un paquete de cigarros de sus vaqueros, coge uno dejándolo en sus labios mientras busca el mechero y poco después lo enciende haciendo que el humo ascienda hacia arriba en la primera calada que da. Mirándole desde la ventana, tras las cortinas le veo taciturno, distante y ausente a todo lo que pasa alrededor como por ejemplo el aviso de Bemus que sale para hablar con él y solo recibe movimientos de cabeza por su parte o el saludo de Moon la cuál corre a por su padre para que vuelva junto al resto de la familia. No puedo imaginar como hace unos minutos estaba aquí bromeando con una estúpida sonrisa en sus labios y ahora vuelve a ser el estúpido hijo que me recibió el primer día dejándome claro que le daba igual mi presencia y la de los demás.

Un amor de ida y vueltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora