Día 1: Beso inusual

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No era que Rachel tuviera algo en contra del teatro, ni tampoco era que le disgustara la obra escolar. De hecho, Sueño de una noche de verano era uno de esos clásicos de Shakespeare que nunca decepcionaban a nadie. Pero, simplemente, la idea de tener que actuar ante un público no la emocionaba del todo.

Ella había aceptado unirse al club solo con la intención de obtener créditos extra, además de que así le podría dar gusto a su tutora, pues la mujer añoraba que la menor se integrara, aunque fuera un poquito más, con sus compañeros. Y qué mejor que hacerlo en el ámbito del espectáculo, donde una imparable Zee también había llegado a destacar cuando joven.

Rachel había estado segura de que, con su reputación, nadie dudaría de que su mejor lugar era tras el escenario, encargándose de las luces o algo similar. Pero no. Al parecer todos ahí eran idiotas y creían que Rachel Roth era perfecta para tomar el papel de Titania, la reina de las hadas.

Quería matar a alguien, ansiaba hacerlo.

Y, quizás, el mejor candidato para recibir toda su ira era aquel tonto de un curso inferior, un insoportable chico rubio que respondía al nombre de Garfield Logan.

Rachel ya había cruzado camino alguna vez con él, en los pasillos, en la biblioteca, y en una ocasión, en el baño de chicas. Aquello había sido un bochornoso encuentro, sobre todo para el menor, quien había jurado que todo había sido un terrible malentendido, y que él solo trataba de ayudar a un amigo que había ingresado al baño incorrecto. Por supuesto que Rachel no le creyó nada, y aquel idiota tuvo que abandonar el baño casi a patadas, recibiendo de paso risas y reclamos de otras compañeras que alcanzaron a verlo salir del lugar.

Aquel estúpido chico, que parecía no tener botón de apagado, había sido el primero en sugerir que ella era perfecta para el papel, y, al ser un miembro muy querido dentro del club, todos lo habían apoyado.

Además, para su pesar, aún después de su intento por razonar con el profesor encargado, este no dio a torcer su brazo, y le advirtió que no había más puestos vacantes; debía ser eso o nada.

Frustrada, Rachel regresó a casa, y meditó sobre la gran posibilidad de renunciar. Zee le había dicho que tampoco deseaba forzarla a nada, pero la chica sentía una pequeña obligación por darle una alegría a la mujer que llevaba un par de años cuidando de ella. No cualquier persona aceptaba en su casa a una adolescente sin hogar, e hija de un preso. Rachel se sentía totalmente en deuda con ella, y sabía que la noticia de que había obtenido un papel como aquel emocionaría mucho a la mujer.

Para la hora de la cena, con su pequeña familia reunida, Rachel perdió en absoluto todo el valor para decir que no participaría en la obra.

—Zee, —habló cuando la mayor se encargaba de partir la lasaña congelada, —seré Titania en la obra escolar. —Su voz apenas había sido audible, pero Zee le había entendido perfectamente.

—¿De verdad? —le dijo la mujer, estrechando sus palmas y con expresión sonriente.

—Eso tendré que verlo—agregó casi con burla John del otro lado de la mesa.

Rachel frunció el ceño e hizo ademán de querer arrojarle un cubierto al hombre, pero Zee intervino, ensimismada en su emoción, abrazando a la chica.

—¡Bien hecho, Rae! —le dijo, chocando su mejilla contra la de la menor. —¡Deja de llenarte la boca y felicítala, John! —reclamó a su pareja cuando este aprovechó el momento para tomar un trozo de lasaña.

El hombre negó con la cabeza, sonriendo por la actitud tan enérgica de su esposa, y se levantó para dar algunas palmadas a la menor.

Rachel, aún atrapada en el abrazo de la mujer, se preguntó si había obrado bien. Quizás aún podía echarse atrás.

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