Capítulo 2

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En algún lugar de Outworld, alejado de la capital.

Skarlet estaba demasiado intranquila como para conciliar el sueño. Recordaba mucho más a menudo de lo que le gustaría el incidente que había marcado su vida hacía menos de unos escasos meses. La joven, de 28 años, supo que ser libre fue el primer término que aprendió realmente después de la muerte de Shao Kahn en la fortaleza de Kronika a manos del despiadado hechicero Shang tsung. Ese sentimiento lo repudiaba a la vez que lo abrazada desesperada con cierta y discreta euforia. Ella había estado aturdida, confundida, preguntándose con temor qué significaría la muerte de aquel que fue su maestro con respecto a su futuro. Él había sido su refugio por muchos años, desde que la rescató de la pobreza de las calles, y el hecho de que ahora faltase le producía un vacío innegable.

Los celos que sentía tanto hacia Sindel como hacia Kitana y Mileena eran evidentes, tanto que la emperatriz de Shao Kahn y antigua reina de Edenia se impresionaba por su forma tan curiosa de mostrarlos.
Skarlet quería ser la esposa o hija de Shao Kahn, cualquiera le valía, sin embargo, jamás consiguió ser ninguna de ambas, por lo que la frustración y envidia crecían en su alma a medida que descubría que para el ex emperador ella no era más que su asesina personal.
Ella jamás entendió como Shao Kahn pudo preferir a una edeniana arrogante y desleal como Kitana o a un clon desequilibrado y estúpido como Mileena antes que a ella, que había arriesgado infinidad de veces su propia vida por su emperador, que había hecho cosas detestables por él y que le había obedecido hasta el final con la devoción del primer día.

Recordó que tanto Sindel como Kitana la menospreciaban a diario a espaldas de Shao Kahn, la primera se reía de ella, sin perder la ocasión de humillarla y recordarle lo insignificante que era, la segunda, Kitana, simplemente lo hacía con su rechazo y desaprobación a las acciones que hacía la maga para agradar y complacer a su maestro. Al rememorar aquello a día de hoy seguía lamentándose de no haberlas matado ahí mismo,en cuanto la ofendieron y subestimaron por primera vez. Su odio hacia la princesa no paró de crecer jamás, en la misma proporción en la que ella ganaba el aprecio y admiración de Shao Kahn, aquel que Skarlet ansiaba y no obtenía, por mucho que hiciera.

-Es arriesgado entrar ahí, ni siquiera sabemos que peligros hay - Frost y Erron Black hablaban algo alejados del resto y eso es lo único que pudo rescatar de su conversión, sacándola temporalmente de sus pensamientos. Observó a la cyborg, en cierto modo, quitando algunas trifulcas y peleas que habían tenido, ella le agradaba y sabía que ese sentimiento aunque silencioso era mutuo en ambas mujeres. Para la maga de sangre Frost era una luchadora como ella y no sólo en el ring sino en la vida misma, una mujer de verdad y no un florero que finge ser guerrera como lo era Kitana. Por lo que a ojos de la pelirroja, la ex Lin Kuei merecía totalmente su respeto.

La joven Skarlet sacudió su cabeza ligeramente moviendo su cabello rojo intentando despegarlo de su rostro, era obvio que estaban cerca de aquel reino, había un viento cálido muy desagradable, de esos que provocan sofoco.
Erron Black y Frost dejaron su charla y se acercaron hacia donde estaba ella. Se hizo silencio. Una ráfaga solitaria recorrió el lugar, agitando el cabello celeste de la joven Cyborg y el sombrero del vaquero a medida que se llegaban a ella.

-Debemos despertarle, este cabrón duerme como una marmota- Erron hizo ademán de dirigirse hacia donde estaba Kabal dormido cerca de los restos de la fogata de la noche anterior, pero fue interrumpido por una curiosa Skarlet.

-¿Estamos cerca, no es así? - preguntó la maga.

-En unas horas llegaremos - respondió Frost por Erron, su semblante parecía al fin relajado después de tanto tiempo pero a la vez transmitía algo de nervios que ansiaba ocultar como podía.

-¡Levanta, Kabal! - dijo alto Erron mientras pateaba ligeramente el cuerpo tendido de su aliado logrando su objetivo.

-Eres un puto dolor de cabeza, vaquero - le respondió el hombre molesto semi dormido intentado espabilarse rápido y ponerse en pie.

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