Capitulo 1

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Dios sabe que he sido ingenuo
Pero creo que está orgulloso de mí
Ahora es tan difícil separar
Mis decepciones de su nombre

"Naive" de Sleeping at Last

•☪•

Cuando la espesa niebla negra de la maldición se dispersa, hay un niño parado frente a Xie Lian. Es pequeño —es tan, tan pequeño— y tan pronto como ve a Xie Lian, envuelve sus brazos alrededor de sí mismo y encorva sus hombros como si estuviera tratando de hacerse aún más pequeño. Al retroceder un paso, las túnicas rojas acumuladas alrededor de sus pies hacen que tropiece y se estrelle contra el suelo. La sangre comenzaba a brotar de un rasguño en su codo.

—... ¿San Lang? — intenta Xie Lian, luchando contra el impulso de correr a su lado. El terror en la mirada del niño lo mantiene a raya. No hay ni una sola pizca de reconocimiento en él. —¿Hua Cheng? ¿Wu Ming?

El pecho del niño sube y baja a un ritmo vertiginoso. Sus dedos se clavan en las túnicas a su alrededor, y se estremece cada vez que Xie Lian cambia su peso. No hay duda de que saldrá disparado en cuanto vea la oportunidad. Ya que no podía permitir que este niño huya hacia el peligro, Xie Lian tomó un último nombre del pozo de su memoria:

—¿Hong-er?

El niño vaciló, una pizca de reconocimiento iluminando sus ojos—es breve, pero está allí, y el pecho de Xie Lian se inunda de alivio. Después de todo, no hay manera de que este pueda ser nadie más que Hua Cheng. ¡Xie Lian reconocería esa pequeña carita dónde fuera! Sin embargo, Baby Hua Cheng es incluso aún más pequeño ahora de lo que fue después de que el Monte Tonglu se abriera; no puede tener más de cinco años. Aún más inquietante es el evidente miedo que Hua Cheng mostraba. Nunca antes había mirado a Xie Lian así. Se siente como si dientes se arrastrarán entre sus costillas, y lucha por respirar en torno al dolor.

Su cuerpo, piensa miserablemente Xie Lian, no debe haber sido lo único alterado por la maldición. Sus memorias también debieron haber retrocedido.

Claramente, este es un problema enorme, pero es un problema que Xie Lian tendrá que resolver después de que convenza a Hua Cheng de que deje de mirarlo de esa forma.

—Hong-er —repite Xie Lian, suavemente, agachándose frente a él. Hua Cheng lo observa moverse cautelosamente, un músculo de su mandíbula contrayéndose por la tensión. —Está bien. No voy a lastimarte. ¿Me recuerdas?

Hua Cheng niega con la cabeza, un corto y breve gesto donde no aparta sus ojos de Xie Lian en absoluto. —Quién... —Traga, encorvando sus hombros. Su voz es tan pequeña, tan insegura. Sólo es un bebé. Xie Lian quiere envolverlo en mantas y abrazarlo para siempre. —¿Quién eres?

—Mi nombre es Xie Lian —Xie Lian sonríe tan amable como puede, manteniéndose relajado a pesar de la preocupación que crece en su pecho. Después de todo, Hua Cheng siempre ha reaccionado fácilmente a su energía. —Soy tu amigo.

Xie Lian nunca había visto a un niño lucir tan escéptico. Sería gracioso, si no rompiera su corazón en mil pedazos. ¿En verdad a Hua Cheng se le hace tan difícil de creer que podría tener un amigo? Incluso a esta edad, ¿está tan convencido de su propia inutilidad? Xie Lian sabía que la infancia de Hua Cheng realmente no fue buena, aunque Hua Cheng nunca habló abiertamente de ello. Ver la prueba de esa infancia grabada en el ojo de este bebé es un horrible recordatorio.

—No te conozco —dice Hua Cheng, aunque el ritmo de su respiración ha empezado a disminuir a medida que la agudeza de su miedo desaparece.

—Ahora sí —dice Xie Lian alegremente—. Así que ¿qué dices Hong-er? ¿Amigos?

Dios Sabe Que He Sido IngenuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora