Capítulo 6

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—¡San Lang! —Xie Lian se arrodilla de nuevo, agarrando a Hua Cheng por los hombros. Trata de levantarlo, pero Hua Cheng se pone rígido en respuesta, encorvándose aún más—. San Lang, detente, por favor. ¡No hay nada que perdonar! No estoy molesto contigo.

—Deberías. —dice Hua Cheng, su voz llena de auto desprecio—, Su Alteza, el comportamiento de éste en las últimas semanas ha sido inaceptable.

—Te maldijeron, y además, no hiciste nada malo. Fuiste un niño muy lindo.

Hua Cheng niega con la cabeza. —Su Alteza, ¿Y si algo malo te hubiera pasado? ¿Y si estuvieras en peligro y no pudiera ayudarte?

—Puedo cuidar de mí mismo. En serio, es...

—¡Pero no deberías! Se supone que debo mantenerte a salvo, pero todo este tiempo hice que cuidarás de mí —Hua Cheng hunde sus dedos en sus túnicas hasta que sus nudillos se vuelven blancos—. La amabilidad de Su Alteza al cuidar a tan despreciable niño no tiene límites, pero nunca debió de haber tenido motivos para rebajarse de esta manera. Que este humilde sirviente lo haya forzado a tal situación es inaceptable.

—San Lang...

—Este aceptará cualquier castigo que Su Alteza considere apropiado.

—¿Cualquier castigo...? —la voz de Xie Lian se rompe y traga fuerte. Después de todos estos años, Hua Cheng todavía vuelve al mismo ciclo: su infancia realmente tuvo consecuencias a largo plazo. Pero Hua Cheng no necesita su compasión en este momento, así que Xie Lian respira profundamente y endurece su voz—. ¿Cualquier castigo, San Lang?

—Sí, Su Alteza.

—Levántate.

Hua Cheng se obliga a ponerse erguido, aunque su mirada se mantiene en el suelo.

Xie Lian cierra la distancia entre ellos, rodeando el cuello de Hua Cheng con sus brazos, abrazándolo. Hua Cheng se tensa, su mandíbula rígida. Un leve temblor recorre su cuerpo, pero no hace ningún movimiento por devolver el abrazo.

—Su Alteza —dice Hua Cheng, con la voz tensa.

—San Lang, este es tu castigo —Xie Lian presiona un beso en su sien, en su frente, su mejilla, en la afilada línea de su mandíbula—. Sabes muy bien que no debes hablar así de la persona que amo. Sabes lo que pienso acerca de esos dobles estándares. Si San Lang debe disculparse por algo, es por eso.

Hua Cheng apoya su frente en el hombro de Xie Lian, temblando.

—Basta de eso, cariño. Nada de lo que pasó fue tu culpa. Fue por ese demonio.

—Pero yo elegí... Su Alteza, incluso después de que el demonio estuviera muerto, yo...

—Esa fue la elección de Hong-er, no la tuya. Y, dada la información que tenía en ese momento, no puedo culparlo por tomar esa decisión. Le mentí a él... Y a ti.

—Su Alteza solo estaba tratando de consolar a ese inútil-

—San Lang. —Xie Lian dice con dureza—, Basta.

Hua Cheng se acurruca aún más contra la curva del hombro de Xie Lian.

—No hables así de Hong-er. No hables así de mi esposo. — Xie Lian pasa sus dedos por el cabello de Hua Cheng, besando la punta de una oreja—, Nada de lo que has hecho merece ese tipo de ira; ningún tipo de ira. ¿Estuvieras molesto conmigo si me hubieran maldecido?

—No. No, por supuesto que yo no...

—¿Entonces por qué estaría molesto contigo? Me atrevo a decir que te portaste mejor de lo que yo hubiera hecho.

Dios Sabe Que He Sido IngenuoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora