Prólogo

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Un año y medio antes...

-Me gustaría viajar -musitó Noelia apoyando la cabeza en el hombro de Hugo.

Belmonte la besó en la frente. Hacía cinco días que no la veía. La había echado de menos, pero el trabajo absorbía mucho su tiempo. Ella lo había sorprendido con esa visita sorpresa. Noelia le había exigido la tarde para ella. Él se había negado. Ella le pidió una hora, una hora en la biblioteca sentados en uno de los sillones, solo ellos dos.

-¿A dónde te gustaría ir? -preguntó acariciándole el hombro.

-¿Vendrías conmigo?

-Claro que sí.

Noelia carraspeó un par de veces y sacó su voz más dulce.

-Hace unos días mi profesor de expresión gráfica en edificación me recomendó que debería irme fuera...

-Espera, ¿te refieres a estudiar fuera? -la interrumpió Hugo.

Noelia lo miró y cogió la mano de su amado. Quería mucho a Hugo, pero últimamente sentía que él...

-Sí, y me gustaría que vinieses conmigo. Puedes tomarte unos meses. Tus asesores pueden ocuparse de...

-Noelia, me conoces. No me importa tomarme dos semanas, pero no voy a dejar mis negocios, y mucho menos a mi abuela.

-En una semana me voy a Italia -soltó sosteniéndole la mirada y apretándole la mano que le había cogido. 

Lo estaba desafiando.

Belmonte se incorporó zafándose de ella y dirigiéndose a la ventana más próxima.

-Ya lo tenías decidido. ¿Entonces a qué venía tanto tanteo?

-Esperaba convencerte. Te quiero, Hugo, pero esto es importante para mí.

Hugo la miró. Quería a esa mujer, pero por algún motivo siempre eran más importantes sus negocios que ella. Era la relación más larga que había tenido y quizás todo se había vuelto monótono. O quizás es que eran muy diferentes. Y después de tres años ahora se daba cuenta de ello.

-¿Y todo lo que yo tengo aquí? ¿Crees que no es importante? Lo siento, Noe, pero a mí no se me ha perdido nada fuera de Agapea. Mi vida está aquí.

-¿Y qué pasa conmigo?

-Tienes que decidir lo mejor para ti -respondió Hugo sin ningún esfuerzo.

-¿Me esperarás?

Belmonte creía que se casaría con esa mujer. No esperaba que la vida estuviese dándole un portazo en las narices. Después de todo se había acostumbrado a esa mujer.

-Lo siento, Noe, no creo en las relaciones a distancia -espetó con sinceridad pétrea.

Le dolía lo que acababa de decir, pero no quería mentir. Conocerla había supuesto una brisa en su rutinaria vida, pero aún sentía que algo le faltaba. La quería y sabía que nunca volvería a sentirse así por ninguna mujer.

-¡Con que facilidad lo has dicho! -musitó indignada-. Siempre he notado que tu trabajo es más importante que yo. Soy yo la que tengo que acoplarme a tu rutina. ¿Y yo qué? ¡Esto no es algo de dos! ¡Esto se centra en ti, siempre en ti! Quiero que entiendas que necesito hacer esto por mí. Me gustaría que me esperases. Pienso volver.

-Y yo estoy siendo sincero contigo también. Te quiero, pero también sabes como soy. Una persona muy pragmática. No pienso esperarte, que vuelvas y me des una patada después.

Noelia se rindió. Quizás Hugo la quería, pero no la amaba. Nunca había renunciado a nada por ella, nunca había arriesgado nada por ella, nunca había visto la pasión que ella le profesaba cuando se unían. Ella era como algo necesario, pero que podía sustituirse.

-Me rindo -musitó-. No sé cuantas veces te lo he dicho ya: lo quiero todo de ti.

-Noe, yo soy así.

-Sí, lo sé -le dio un beso en la mejilla y le sonrió con los ojos llorosos.

Noelia Rico amaba a ese hombre, pero sentía que él no. Quizás como le había dicho, él era así, pero ella quería más. Y por eso se marchaba. Quería avanzar y averiguar lo que realmente sentía por Hugo Belmonte. Le dolía alejarse y comprobar que él no hacía nada por retenerla. Tendría que estar acostumbrada, pero no lo estaba. Esperaba de él cosas que nunca llegaban y se había cansado de sentir que ella era la única que profesaba pasión, deseo, lujuria.

-Si encuentras a alguien especial, espero...espero que... que seas feliz -lo abrazó y salió de allí con un nudo en la garganta.

Quería volver. Decirle que había cambiado de opinión y que se conformaba con lo que le daba, pero no lo hizo. Comprendió que pese a todas esas lágrimas que resbalaban por sus ojos porque se alejaba del hombre que amaba, también se amaba lo suficiente para valorarse y querer encontrar un amor que diera tanto como ella daba. 

Celeste (Agapea)[Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora