Capítulo 2

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Celeste no podía estar más contenta. Sus padres estaban allí, delante de ella. Se veían relajados y felices. Se acercó a ellos y los abrazó con fuerza.

-¡Qué alegría que hayáis vuelto!

Caridad y Alberto Paredes eran un matrimonio sencillo que se había esforzado mucho para darles un futuro a sus hijas.

Caridad era una mujer alegre con unos bonitos ojos almendrados. Su cabello ondulado armonizaba con las pequeñas pecas desperdigadas sobre su nariz patricia. Y no aparentaba los cincuenta años que había cumplido hacía tan solo unos meses. El señor Paredes en cambio tenía un semblante serio, una tez morena que lo hacía ver un hombre saludable y lleno de vitalidad. Y su mirada penetrante se intensificaba con esos ojos oscuros como el carbón. Esa peculiaridad sólo la había heredado Ángela. Celeste estaba segura que eso había influido mucho en los logros de su hermana. Era como estrangular a alguien desde la distancia. Ella nunca podría hacer algo semejante.

-No hemos estado tanto tiempo fuera –comentó la señora Paredes.

-Para mí ha sido un siglo –respondió Celeste.

-Si por Celeste hubiera sido, se habría ido con vosotros –bromeó Ángela que en ese momento se acercaba a ellos.

Mientras ella saludaba a sus padres, Celeste se dio la vuelta para casi darse de bruces con Gabriela y Belmonte. Un poco apartado, estaba Pedro, que la miraba fijamente.

No se sentía cómoda allí y decidió no aguantar más esa extraña sensación.

-Voy a ver cómo va la comida –dijo sin esperar respuesta y se marchó.

Se sentía alterada, fuera de sí.

***

-Señorita, ¿se encuentra bien? –le preguntó María al verla entrar en la cocina inquieta.

-¡Sí, es la emoción de ver a mis padres! –nunca admitiría que la presencia de Belmonte la ponía nerviosa-. ¿Cómo lo llevamos por aquí?

-Bien, ya sólo falta decorar el pastel.

-¿Ha quedado bien?

-Por supuesto, señorita, su receta es infalible.

-¿Y la comida? Arreglaste el exceso de...

-Sí, todo está en su punto. No tiene que preocuparse de nada. Yo misma arreglé el estropicio de Carmen –la mujer se acercó a una de las ollas y con una cuchara cogió un poco de salsa para que Celeste la probara-. No volveré a permitir que se meta en la cocina.

-No se preocupe, María, sólo intentaba ayudar. Cuando tenga tiempo, dígale que cocinaremos juntas.

-Sí, señorita.

La salsa estaba deliciosa. Sus indicaciones después de que Carmen la estropeara habían funcionado. Celeste sabía que la joven quería aprender a cocinar. Al principio su trabajo había sido únicamente limpiar, pero cuando probó la deliciosa comida que allí se hacía, pidió a María convertirse en ayudante de cocina. Se llevó una gran sorpresa al saber que la cocinera era en realidad su patrona. Bueno, no cocinaba siempre, pero las recetas eran de ella y casi siempre solía encargarse de dar el visto bueno a los platos que salían de la cocina.

***

Todos estaban sentados conversando entre ellos cuando regresó al salón.

-La comida está lista -anunció-. Pasemos al comedor.

-¡Estupendo! ¿Has cocinado tú, cariño? –preguntó la señora Paredes.

Celeste (Agapea)[Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora