Capítulo 5

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-¡Buenas días, señorita! La señora no ha dejado de preguntar por usted –Ignacio acababa de abrirle la puerta y parecía ansioso por que se diera prisa.

-¿Se encuentra bien?

-Sí, señorita.

-Bien, lléveme con ella.

Celeste no entendía porque Ana tenía tantas ganas de verla. Seguramente algo le rondaba por la cabeza y quería contárselo, pensó más tranquila.

-¡Ya era hora, jovencita! –se quejó Ana apenas la vio.

-Ana, son apenas las once de la mañana. ¿por qué...

-Ignacio, déjanos solas.

-Sí, señora.

Celeste se sentó en la silla que había junto a la cama.

-¿Qué ocurre, Ana? Empiezas a preocuparme.

-Hugo.

-¿Hugo? ¿Qué pasa con él?

-¿Qué hacías con él en el jardín? Cuéntamelo todo. Hasta el más mínimo detalle es importante.

-¡Ana! ¡No hicimos nada! Sólo hablamos un poco –se quejó la joven nerviosa.

-No me lo creo. Tu reacción me dice que...

-Esto es muy vergonzoso –exclamó levantándose y alejándose de la anciana.

-Querida, sé que es difícil, pero necesito saber lo que pasó y ver lo que hemos progresado. ¿No quieres saber si le gustas?

-Ana, no creo que...

-¿No te gustaría saberlo? Yo puedo decírtelo. Recuerda que tengo mucha experiencia.

Celeste miró a la anciana, cerró los puños con fuerza e intentó decir algo, pero le fue imposible.

-Tranquila, hija, cuéntamelo cuando te sientas preparada -la alentó Ana-. Quizás te estoy forzando. No era mi intención hacerlo. Ven, siéntate a mi lado y hablaremos de los posibles candidatos. Lourdes me hizo una pequeña lista -sonrió Ana.

-Me acarició la mejilla –musitó tocándosela y reviviendo la caricia-. Me cogió la mano-. Añadió rozándose los dedos que habían sentido la piel caliente de Hugo-. Y me dijo que era muy bella.

Celeste tenía las mejillas ardiendo cuando terminó, pero cerrando los ojos había sido más fácil explicarle a Ana lo que había pasado.

¿Posibles candidatos?

Eso había sonado tan frío. No, ella quería algo como lo de anoche. Repentino, cálido y tierno.

-Vamos por buen camino -exclamó triunfante Ana.

-Sólo intentaba animarla, abuela –la voz grave de Hugo hizo que Celeste diera un brinco. Al parecer ese hombre conseguía eso con facilidad.

-Hugo... -susurró mirando hacia la puerta.

Estaba frente a ella y parecía muy enfadado.

-¿Le cuentas tu vida a todo el mundo? -musitó Belmonte completamente frío.

-No, yo...

-¿No sabes mantener la boca cerrada o es que necesitas la aprobación de todos? ¿Si mi abuela te dice que te tires de un puente, lo harías sin dudarlo, verdad?

-¡Hugo! -lo censuró Ana.

-Abuela, ¿de verdad crees que me apetece unirme a una mujer sin carácter, una mujer que no aspira a nada más que mantener a todo el mundo contento?

Celeste (Agapea)[Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora