Capítulo 3

38 10 2
                                    

-Celi, ¿dónde has estado? –preguntó Pedro apartándola de él para mirarla a los ojos-. Ángela me llamó. Todos están muy preocupados por ti.

-Necesitaba estar sola, necesitaba tiempo para mí -respondió Celeste con voz apagada y esquivando su mirada.

Lagos escudriñó a la mujer que amaba. Sus ojos chocolate, tan grandes y profundos, le dijeron que había algo más, pero decidió no insistir. La conocía, y no le contaría nada.

-Está bien, entremos –Pedro la arrimó a él pasando el brazo por su hombro. Y se dio cuenta, perfectamente, del instante que Celeste alzó la mirada por encima del hombro para mirar donde hacía un momento se encontraba Belmonte.

-¿Te ha traído? -preguntó sin ningún tono en particular, pero apretando la mandíbula con fuerza.

-¿Qué?

-Belmonte.

-Ese hombre es insoportable. No sé cómo me encontró. Prácticamente me ordenó que subiera a su coche -explicó Celeste bastante alterada.

-Mantente alejada de él, Celi.

-Trabajo con él, Pedro, eso es imposible, pero si pudiera lo haría. Siempre acabo exasperada a su lado.

-En ese caso, no bajes la guardia.

Celeste no escuchó la advertencia de Lagos porque su familia fue en tropel hacia ella apenas la vieron aparecer. La señora Paredes fue la primera en abrazarla.

-Gracias a Dios que estás bien.

Después su padre.

-Nos tenías a todos muy preocupados.

Sus hermanas la abrazaron al mismo tiempo.

-Celi, ¿dónde has estado? –soltó Ángela

-¿Te ha ocurrido algo? –añadió Gabriela.

Celeste no quería ser borde, pero todos la estaban tratando como lo que no era: una "becaria". Se alejó de sus hermanas con brusquedad.

-Estoy bien, no tengo ni un solo rasguño.

-Celi, hija, ¿Qué...

-¿No lo veis? Me tratáis como a una niña de cinco años. María os dijo que me tomaría el día libre, ¿verdad? –su familia asintió-. ¿Entonces porqué armáis tanto escándalo? Sé cuidarme sola. Lo único que me apetecía hoy era regalarme un día para mí. ¿Tan difícil es entenderlo? Parece que quisierais meterme en una habitación llena de almohadones para que no sufra ningún daño. ¡Estoy cansada de eso! –la joven Paredes se dio la vuelta y salió de la habitación tan rápido como se lo permitieron sus pies.

Todos se quedaron de piedra. Ninguno fue a por ella.

Celeste Paredes nunca se había comportado así. Siempre había sido una persona tranquila, alegre y dispuesta a ayudar a todo el mundo.

-¿Deberíamos ir a verla? –reaccionó Ángela cuando vio que todos seguían allí sin decir nada.

-Creo que lo mejor es dejarla sola –intervino Pedro al ver que la señora Paredes empezaba a moverse.

-¿Sabes lo que tiene? –preguntó Caridad girando sobre sus pies y acercándose a Lagos.

-No, pero si la agobiamos ahora, será peor. Acabará encerrándose en sí misma. ¿No os acordáis de lo que pasó cuando estudiaba en la universidad?

Todos se acordaban de ese día. Una inusual Celeste había llegado a casa y pasado todo lo que quedaba de día en la habitación que compartía con sus hermanas. Recostada sobre la cama con un libro en las manos hacía ver que leía cuando alguien aparecía para preguntarle que le pasaba. Ella siempre respondía que nada y volvía a su libro.

Celeste (Agapea)[Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora