Capítulo 4

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La residencia de los Ramiralta se encontraba en el barrio "Las dos Torres". El doberman que solía resguardar esa gran mansión había sido guardado y la verja abierta de par en par para que los coches entrasen después de entregar su invitación al empleado que las solicitaba en la entrada.

Celeste observaba maravillada desde el asiento de atrás del coche de los Belmonte. Una magnifica casa de dos pisos se alzaba frente a ella. Completamente blanca, con grandes ventanales y un acabado arquitectónico muy elegante. Estaba rodeada de grandes y robustos árboles, y jardines recién cortados con una gran variedad de flores. Hasta las farolas que iluminaban el camino hacia la casa se encontraban perfectamente colocadas para convertir ese lugar en un palacio de cuento de hadas.

-¡Es impresionante! –musitó.

-Te encantará el interior. Los Ramiralta son una de las familias más importantes de Agapea. Tienen fábricas de...

-Lo sé, se dedican sobre todo a la alimentación: lacteos, cereales... Pero también tienen una gran intervención en el campo de los vinos -explicó Celeste sin dejar observar por la ventana.

-Vaya, estás bien informada.

- Y no es para menos, Ani. Celeste conoce el mercado de Agapea de pe a pa.

Hugo Belmonte conducía el auto. Aún seguía embelesado. Celeste estaba radiante. Su abuela le había dicho que la pondría elegante, no sexy, que a los hombres no se les podía enseñar la mercancía.

Llevaba un bonito vestido azul cielo por debajo de las rodillas, con un escote en V poco profundo y una preciosa cinta plateada en el corpiño que afinaba su pequeña cintura. Un sencillo bolero, unos zapatos de poco tacón a juego y unos bonitos pendientes eran el único complemento que llevaba. Su maquillaje era apenas perceptible, excepto por el rosa de sus labios que los volvía mucho más apetitosos. Hugo había perdido la cuenta de las veces que se había quedado observándolos.

-Gracias, pero es mi trabajo. Ayudo a mi hermana en el estudio de mercado –explicó la joven a Ana.

-¡Qué bien! Entonces conocerás a gran parte de estas personas, o al menos su patrimonio –dijo riéndose entre dientes.

Celeste soltó también una risilla, pero de nerviosismo. Nunca había asistido a ese tipo de fiestas. Hacía unos meses que habían empezado a llegar invitaciones a casa de los Paredes, pero su madre nunca le había insistido que fuera. No como a Ángela, que la perseguía con ellas y se las leía en voz alta. Por supuesto, su hermana nunca había asistido a ninguna de ellas.

Y ahora, estaba a punto de acudir a una y no le había dicho nada a su familia.

Un joven la ayudó a salir del coche cuando éste se detuvo frente a la entrada. Estaba repleta de gente saludándose, riendo y hablando por lo bajini. Todos formaban una cola bastante irregular para llegar a sus anfitriones. La entrada era impresionante, llena de lámparas de pie para iluminarla bien, y macetas con hermosas flores colocadas con un gusto exquisito para embellecer más el lugar.

-¿Te encuentras bien? –le preguntó Belmonte inclinándose hacia ella.

-Sí... es sólo que...

-Tranquila, no me separaré de ti -la tranquilizó Hugo sonriendo.

Luego cogió su mano y la puso en su antebrazo. Ana se aferró al otro brazo de su nieto y empezaron a subir escaleras.

No tardaron en abordarlos.

Las amigas de Ana se acercaron a ellos en tropel. Se alegraron mucho de verla después de tanto tiempo y le desearon que se recuperase pronto. No tardaron en fijarse en Celeste. Parecían deseosas de saber de quien se trataba. La anciana la presentó orgullosa. Celeste se arrimó a Hugo cuando prácticamente las mujeres la cercaron en un círculo.

Celeste (Agapea)[Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora