3.

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Minho esperaba pacientemente al pequeño rubio, tenía todo un plan preparado para esa tarde. Desde todo tipo de golosinas, hasta el besito que le quería robar.
Como si lo hubiera invocado, Jisung salió del salón, sus ojos se hicieron dos medías lunas cuando lo miro.

—¡Vámonos, Minhonnie!— Lo jaló del brazo, caminando aún sujetado de él.


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La casa de Minho era muy diferente a cómo le dijo Seungmin que seguramente era, por lo que le habló a su amigo para contarle, y este contestó de manera indiferente y asqueada; típico de Seungmin.
Era un pequeño departamento, todo estaba perfectamente limpio, las paredes blancas estaban adornadas por algunos posters de bandas de rock y punk. La sabana que cubriría la cama de Minho era negra con gatitos blancos, sonrió cuando la miro, ¿ya ven? Minho era una cosita tierna.

Jisung quiso ayudar en algo pero el pelinegro lo detuvo al instante, diciéndole que él no hiciera nada, que era su visita y él debía atenderlo.
El mayor se movía de un lado a otro, preparando las palomitas y toda la comida; mientras Jisung yacía sentado en la cama buscando una película en el televisor.

Escogieron una de terror para acurrucarse, si alguien los mirara dirían que eran pareja. Jisung era fan de ese tipo de películas, pero el pelinegro no lo era; de hecho, las odiaba.

—Jisung, quítala, me da miedo.— Las grandes manos tatuadas de Minho cubrían sus ojos.

Jisung lo miro y quiso abrazarlo y apachurrarlo.

—Pero si estoy aquí contigo, Minhonnie, no tiene por qué darte miedo.

Minho entre abrió los dedos de sus manos dejando a la vista sus ojitos almendra.— Pero me voy a quedar solo y no estarás aquí cuidándome.

El rubio tomó las manos del mayor que se encontraban en su rostro, bajándolas. Comenzó a acercarse lentamente a él, Jisung tenía que tomar la iniciativa ya que el pelinegro era muy tímido y seguro no lo haría.

Lo miro a los ojos antes de besarlo, Minho se sorprendió, pero trató de seguirle el ritmo, las manos de Jisung estaban en sus mejillas, sus labios gorditos sabían a los dulces que acababa de comer. Las manos de Minho terminaron en la cintura del rubio, acariciándola delicadamente.

El beso era lento, dulce y a la vista de ambos muy íntima.

Se separaron cuando faltó el aire, sonriendo mirándose, pegando sus frentes después, sintiendo la respiración del contrario.

—Tenía tantas ganas de hacerlo, Minhonnie.— Suspiro.

—También tenía ganas, Jisung, sólo que m-me daba pena.— Se sonrojó.

—Quiero invitarte la próxima semana a mi casa a comer, Minhonnie, ¿irás?— Los ojitos de Jisung brillaban y él no era nadie para negar esa petición.

—Claro, Jisung, ¿pero a comer? ¿solos, o c-con tus p-papás?

—Con mis papás, ellos quieren conocerte y yo quiero que los conozcas.— Sonrió abrazándolo como si fuera un peluche.

—Está bien, Sung, iré.

¿Eres emo? | MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora