PREFACIO; "Un jardín".

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Me senté en el suelo de madera completamente intrigado; Deje las lagartijas para con la nariz arrugada debido a la confusión rondar la sala mirando a cada dirección como si esperara que las paredes me explicarán la procedencia de aquel extraño ruido, obviamente estás no respondieron.

Con la respiración un poco agitada me decidí por no moverme debido a la fatiga de mi habitual sesión de ejercicio a medio terminar, tome agua, refregue solo mi cara en una toalla de la cocina y me senté en un banco junto a la puerta.

"Grrrr, guah, guah" se escuchó de nuevo.

Fruncí el entrecejo y tense mis hombros "¿Que era eso?". La idea repentina de espíritus malignos me aterró, le resongue a mi madre mentalmente por dejar a un chiquillo de quince años solo en medio de tan aterrador bosque.

-¿Quién anda ahí?

Dije poniéndome de pie. No hubo respuesta, en cambio, un sepulcral silencio se presentó. Resople con el pensamiento de que quizá sea un simple cerdo atacando nuestro abundante jardín que casi consume las paredes exteriores de nuestra pequeña casita.

Ya no era espeso el silencio, se oían mis pesados pasos sobre la hueca madera y el continuo sacudir de unas hojas. "Grrrrrrr"el sonido aumento su potencia, así que asome la cabeza por la ventana que tenía justo al lado, mire de punta a punta.

Nada.

Un brisa repentina me pegó de lleno revolviendo mi sudado cabello, y su frialdad junto a mi torso mojado por el entrenamiento, hicieron cosquillas en mi nariz invitándome a estornudar para quedar en evidencia de mi posible "no-invitado". Pero ¡No veía nada!

Regresa la cabeza "No es nada, Izuku, calma" pensé con la finalidad de continuar mis ejercicios.

Pero gire la cabeza con fuerza y un escalofrío por sentir con doble de volumen los borbotones:

"Guah, ugh, mmmugh, nuah"

"¿Que es eso?... Debo ir a ver, mamá me matará si se comen sus remolachas" Y regrese mis pasos a la polvorienta ventana.

A lo lejos, un matorral enorme y gordo de begonias se movía frenéticamente, y lo único que notaba era un extraño pelaje blanco abultado, pero era demasiado pequeño.

Un escalofrío paso desde mis pies a las orejas de pensar que sería un lobo, trague duro y armandome de valor con una vara y la idea de que en el sur no hay lobos blancos, fui a espantar a mi "no-invitado".

La hojas del reciente otoño crujieron bajo mis torpes pies.

Me planto seguro frente a las begonias, con la vara sujeta de manera práctica.
Me estremecí por la renovada brisa, esta vez más potente sin el marco de la ventana para protegerme; me agite y sentí mi nariz arder horriblemente.

"Oh no... Voy a estornudar" pensé segundo antes de sentir mi inminente asesinato por un posible animal salvaje (o solo un cerdo arisco).

"¡Achoooo!" No pude evitarlo. Mi corazón se aceleró como una ardilla loca atrapada en mis cotillas, más cuando la gruesa vara, mi protectora, se deslizó de mis dedos y paro lejos entre los matorrales.

"No puede ser"

De repente el sonido se hizo más gutural, más salvaje, más peligroso.

Me pregunté si su potencia endemoniada se debía a mi cercanía, la falta de las paredes como barrera al peligroso gorgotear.

"Grrrrrrrrr"

Un jabalí, un lobo exótico, una rodilla salvaje, un pájaro extraviado, imaginé muchas cosas.

Nada de esto.

Una cabeza rubia y un rostro oscurecido emergió de entre las flores, lo primero que note, debido a mi estado de alerta, fue su mirada dilatada y pérdida, que se dirigió adormilada a la dirección que había tomado el viento segundo antes, arrugó la nariz, y en un resoplido que dio fue que note su estado...

Me preocuparon sus mejillas, llenas de cortes y notorias astillas, ¿Serían de plantas venenosas donde fue a parar? ¿Cayó en mis rosales? ¿Estarían bien mis flores? Pare mi aturdida preocupación, al ver se barbilla, en ella gruesos hilos de baba donde se pegaban pétalos bermellón, y de muchos tonos más, pero estos, diminutos debido a su destrozado estado.

"Oh no"

Para mi sorpresa no reparo en mi sudorosa presencia, en cambio, enterro más el rostro en el matorral, las pobres plantas se sacudieron con el doble de fuerza, al tiempo unos resoplidos más duros surgieron.

Parecía que ahora buscaba algo con más ahínco, ¿Que sería?

¿Tendría hambre?

"¡Eso debe ser!" Resolví en mi cabeza.

-Bue-buenas tardes, señor.

Titubie esperanzado en que me pusiera atención y dejará su loca búsqueda que empezaba a ponerme nervioso.

-soy Midoriya Izu-Izuku.

Trate de presentarme, con las palabras de siempre, pero tampoco me hizo caso.

"Grrrr, uagh, ugh, nah" fue su única respuesta.

-¿Se-señor?

Empezaba a impacientarme y me acerque.

Grave error.

El chico asomo su cabeza como un resorte mostrándome las encías presentandome una caja de armas mortales y una lengua en medio. Mi corazón rozo mi pecho del salto que dio y me hizo dar un bote hacia tras, caí sentado y con los brazos sosteniéndome extrañamente.

-¡O-ouh! ¡"Wa", eso dolió!

Apreté los ojos y agache la cabeza para sobar mi espalda baja, la columna, también mi muñeca la sentía lastimada pues me recibió en el suelo.

Al abrir los ojos mi sentido agudo de alerta se disparó al cielo, y no eran los colmillos o la mirada enloquecida que me erizo el sentido de protección.

Era la sangre que reconocí al fin.

-¡Kacchan!

Grité a todo pulmón sin querer.

"Oh no, oh no, oh no, ¿Que le había sucedido? ¡Parece envenenado!"

El Devorador de flores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora