Capitulo 8; En medio de la batalla

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En medio de la batalla

[Grande es la culpa de una guerra innecesaria.]

Sus ojos enviaron a todo su cuerpo una corriente de adrenalina pura al inminente enfrentamiento.

El caballo relincho acobardado del nuevo rugido de la colosal bestia de escamas enfrente.

¿Cómo detienes una guerra?

Con valenti, mucha valentía y unas botas rojas.

Bajaron tan rápido como los más de noventa kilos les permitieron. Y no se detuvo, el caballo aceleró el paso pasando a los miles de soldados temblorosos.

El grito de guerra y las trompetas medievas no pararon su objetivo.

La guerra había empezado.

Un vena cortada alcanzó la mejilla del hombre pecoso con su relleno. Tenía carbón en el cabello. Y trataba de evitar a toda costa las lanzas que apuntaban hacia arriba.

Que hacía? Debía decirles algo, ser el mensajero, cómo? Cómo? Cómo? Que lo escuchen, que lo vean, necesita su atención, atención, atención, ver, ver, "¡Dios, alguien celestial, iluminame!"
¿Iluminame? Luz ¡Luz!

Y en la punta, al otro lado de la zona de guerra encima de un enorme peñasco, detuvo al corcel.
Alzándose en sus dos patas traseras relincho rebotando en cada esquina con eco.

Midoriya de su mochila amarilla saco un tubo rojo del tamaño de su palma.

El suelo comenzaba a llenarse de sangre.

Y el cielo de repente se iluminó de chispas rojas y humo verde.

Hubo un pequeño silencio atónito.

Otra chispas, más grande, más ruidosa, y encima de un peñasco frente a todos.
Así, se lograba ver perfectamente la silueta de un caballo y un hombre con su brazo estirado con una bandera amarilla, azul y roja apretada en sus dedos.

-¡Todo el mundo detengase! El enemigo a jugado con vuestra voluntad.

Su cuerpo tembló ante el terror de ser ignorado.

Pero entre los segundos de silencio creado un voz chillona grito a todo pulmón.

-¡¡Es el mensajero!!

Desde el peñasco alcanzó a ver las miradas atónitas de las personas. Pero había silencio y tensión temerosa en el aire, pues los soldados seguían firmes con las lanzas arriba apuntando a los cuellos del otro pueblo, quienes ni mucho menos, soltaban a sus contrincantes de sus garras cuando fueron interrumpidos.

Un caballo galopó hasta estar frente la alinea de humo. Llevaba medallas demás sobre el pecho. Pólvora en la cara y una espada. En su rostro, una cicatriz de su frente a su pómulo pasando por su ojo, pero ya estaba cerrada, no pertenecía a esta batalla, el cabello rojo fuego levantado en punta al cielo. Barba y ojos pequeños.

El capitan de la armada. Enji Todoroki

-¿¡Mensajero!? ¡Que tratas de decir!

La grave voz reborboto por todo lado con su ronquez, estaba enojado.

No era momento para cobardias. Izuku inflo sus pulmones y exclamó.

-¡Mi sello no fue enviado! ¡El enemigo envío información errada y ha creado este enfrentamiento!

Tomo aire profundamente para hacer volar su voz por el aire en lo que procesaban los aplastantes hechos.

-¡Bajen sus armas! ¡No hay... !

El Devorador de flores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora