Capítulo 3

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—¡Estoy bien, joder! —Harry gritó, haciendo que su esposa diera un brinco en su lugar—. ¡Llevas preguntando lo mismo desde ayer! —exclamó frustrado. 

Con la respiración errática y el corazón palpitándole desbocadamente, Harry dejó caer los cubiertos sobre el plato creado un estruendoso sonido que volvió a sobresaltar a la mujer, quien no daba crédito ante el comportamiento de su esposo, únicamente deseaba saber su estado de ánimo pero sus intenciones no fueron recibidas.

—Cálmate, ¿quieres? Yo solo deseaba saber que estabas bien, desde ayer estás un poco extraño, pareces... ausente —explicó la pelirroja con calma—. No es algo por lo que debas alterarte.

En cierta forma, Ginny tenía razón, pero Harry se negaba a aceptarlo en voz alta. Se negaba a aceptar varios hecho y entre ellos estaba todas las sensaciones placenteras que el día anterior experimentó. Y era ello lo que lo mantenía ausente de la realidad. Soltando un pequeño y profundo suspiro, el pelinegro se levantó de la mesa y disculpándose con su esposa, se encaminó hasta el pequeño despacho de la casa donde se encerró.

En la soledad del lugar, Harry se atrevió a recrear las sensaciones del día anterior. Cerrando los ojos le dio libre albedrío a sus recuerdos, aquellos recuerdos que había suprimido durante tantas horas.

El recuerdo de la gruesa voz de Malfoy cerca de su oído le envió un escalofrío que le recorrió por todo el cuerpo, haciéndolo suspirar. Sin embargo cuando el recuerdo de aquellos largos dedos completamente lubricados introduciéndose en ése lugar, Harry tuvo que contener el gemido que se había formado en su garganta.

Las duras penetraciones que aquellos dedos le brindaron lo habían llevado a una molesta erección, obligándolo casi por inercia a comenzar a tocarse para liberar la frustración que se había acumulado en su entrepierna. Las leves caricias a su polla sobre la tela de su pantalón iban acompañadas de los recuerdos e fantasías con el rubio. Conforme iban pasando los segundos las leves caricias comenzaron a no ser suficiente así que sin pudor algo y completamente sesgado por su fantasía, Harry aumento la presión de sus caricias, pero no eran suficientes.

Completamente desesperado por satisfacer su necesidad, Harry desabrochó y bajó la cremallera de su pantalón de vestir, para posteriormente bajar un poco la tela de su ropa interior y dejar al aire libre su gruesa y erecta polla. Entre jadeos, el pelinegro la tomó entre sus manos sin perder tiempo, comenzando un trabajo manual rudo y lento que solo le recordaba a la actitud del estúpido de Malfoy.

Jadeos y sonidos lascivos provocados por su movimiento sobre su polla inundaban el despacho de Harry a tal forma que solo lograban excitar más al hombre. Cuando los espasmos que anunciaban un potente comenzaron a formarse en él, la puerta del despacho fue absurdamente abierta, provocando que el ojiverde diera un salto en su lugar y dejara su trabajo manual. Con el corazón latiéndole desbocadamente, Harry llevó su vista hacia la puerta, donde se encontraba su esposa.

Sus ojos fueron testigos de los pasos que Ginny había dado para acercarse, fue consciente de que se había excitado con el recuerdo del rubio, pero sobretodo se había masturbado pensando en él, lo había hecho igual que una vez en sexto año.

¡Asqueroso depravado!

Él, un adulto completamente casado y con una vida sexual muy activa hasta hace unos días, se había masturbado pensando en Draco Malfoy.

Otra vez.

Pero ese era un sucio secreto que guardaría hasta la tumba.

—G-Ginny, yo... —intentó hablar observando a esposa parada frente a él—... Esto-

Pero todos sus intentos fueron callados por el fino dedo índice de la mujer.

—Shh... —gesticuló la mujer—... No te preocupes, sé que ha sido mi culpa por amenazarte con falta de sexo, así que... voy a liberarte.

Dichas aquellas palabras, Harry fue testigo de como su esposa comenzaba a desnudarse lentamente, casi queriendo que éste se excitara, lo cual no sucedió, el pelinegro miraba las curvas de su esposa, esas curvas que días antes lo excitaban con locura. Cerrando levemente los ojos, Harry se dijo a sí mismo que una buena ronda de sexo con su esposa lo llevaría de nuevo a la realidad, fuera de las estúpidas fantasías con el ojiplata.

Entre besos largos y pocos profundos, Harry logró subir a su esposa sobre el escritorio, donde se dedicó a acariciar el cuerpo de Ginny sin delicadeza alguna. Sin embargo, había perdido la erección en su miembro lo cual lo llevó a separar su boca de su esposa.

—Lo siento, yo- No me siento bien —dijo mirando su flácido miembro.

—¿Qué pasa, amor? —preguntó la bruja recomponiéndose en su lugar. Harry no sabía como decirle que ella ya no le excitaba, que el deseo que anteriormente sentía por ella, se había marchado y que ahora un hombre se ocupaba de excitarlo como nadie. Él no sabía con qué cara mirarla.

Estaba muerto de vergüenza por la situación en la que se encontraba y con pocas salidas para él, entonces se miraba obligado a decir la verdad, de confesar algo completamente humillante tanto para ella como para él. El incómodo silencio que se había formado, fue cortado por el estrepitoso sonido del teléfono colgado en la pared del despacho, captando la atención de ambos.

Harry soltó un suspiro de alivio antes de tomarlo y contestar, mientras se arreglaba el pantalón.


(...)


Con una toalla alrededor de su cintura y otra sobre su rubia cabellera, Draco salía de su cuarto de baño para encaminarse hasta su armario, de donde sacó un pijama de seda. Una vez estuvo vestido, se encaminó hasta su escritorio, el cual tenía sobre sí las diferentes carpetas de trabajo. Unas eran los expedientes de sus paciente y otros, casos médicos de otros hospitales donde anteriormente había laborado.

En la necesidad de liberar un poco su cargo laboral, Draco se dedicó a leer los casos médicos y así escribir observaciones con posibles soluciones. Completamente concentrado en ello, el rubio se perdió en el tiempo, terminando dos horas después. Soltó un suspiro y estiró los músculos de su cuerpo para dedicarse a revisar los expedientes de sus paciente uno a uno, tomando primero los de sus antiguos pacientes debido que eran los más fáciles de estudiar debido que conocían su récord médico, y la forma en la cual tratarlos.

Cuando llegó a los expedientes nuevos, se dio cuenta que únicamente había uno y una sonrisa lasciva se formó en su rostro al recordar de quien se trataba. Así que movió su cuerpo hasta el otro extremo del escritorio para encender la pequeña computadora muggle que tenía, para posteriormente, ingresar el código y poder acceder al sistema de vigilancia de su consultorio. Buscó el video de la cámara de seguridad de la hora y fecha en la que Harry había estado dentro del mismo.

Cuando el video apareció en la pantalla, Draco no dudó en darle play para poder ver la imagen del pelinegro, con los segundos y minutos corriendo en la grabación, Draco esperó a que la imagen donde el ojiverde era sometido a sus acciones; Cuando el minuto veintitrés llegó, la imagen de Harry saliendo del pequeño vestidor apareció en la pantalla y Draco comprendió que después de ver aquello, necesitaría un poco de trabajo manual en su entrepierna.



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