Capítulo 4

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El fin de semana había pasado con prontitud para Harry, quien no había sentido el paso del tiempo entre tantas actividades dentro y fuera del Ministerio, que cuando el fin de semana dio su comienzo, el pelinegro pudo sentir el cansancio en su máximo esplendor, obligándolo a ser un completo holgazán por pasar casi todo el día sábado acostado sobre su cama, únicamente levantándose para ir al baño o a comer.

Con el cuerpo levemente entumecido, Harry se levantó el día domingo a las nueve de la mañana para dirigirse al pequeño gimnasio de la casa para ejercitar su cuerpo y darle vida a sus músculos. Estirando su cuerpo, se encaminó hasta el atrio de donde sacó unos pantalones deportivos, junto a una camisa blanca sin mangas; Una vez se encontró listo, bajó hasta el lugar donde se dedicó a realizar un calentamiento previo antes de comenzar su rutina diaria.

Cuando los treinta minutos en la caminadora dieron su fin, Harry caminó hasta el pequeño estante donde se encontraban las toallas para así secar su transpiración y después encaminarse hacia el banco de abdominales, donde se dedicó a realizar los ejercicios correspondientes hasta que su cuerpo le comunicó que había sido demasiado movimiento por el día, así que después de hacer un pequeño estiramiento para ayudar a su cuerpo a enfriarse, regresó hacia la planta principal donde el fuerte olor a tocino junto a huevos revueltos le inundó las fosas nasales, indicándole que necesitaba cumplir las necesidades que su cuerpo exigía.

Después de un desayuno ligero y una ducha, Harry se encaminó hacia su despacho para revisar ciertos documentos, antes de comenzar nuevamente la semana laboral.


(...)


Lunes por la mañana y Harry se encontraba caminando en compañía de su secretaria hacia el salón de reuniones, donde sabía a la perfección que pasaría toda la mañana sumergido entre las quejas y solicitudes de la mitad de los departamentos. Dando un pequeño suspiro, se adentró a la sala donde fue recibido por los encargados de cada uno de los sectores.

—Buen día —saludó el ojiverde, mientras tomaba asiento en el extremo principal de la larga mesa—. Por favor, demos inicio a esta reunión.

Una vez que la misma comenzó, las típicas gráficas mensuales de las ganancias y de las pérdidas que habían sufrido a lo largo del mes eran proyectadas, las cuales fueron explicadas por el secretario general, para luego darle lugar a los representante de cada departamento a mostrar sus posturas al respecto.

Después de largas horas, habían acordado tomar un pequeño descanso para poder estirar sus piernas y liberar un poco la tensión que se les había formado ante tanta seriedad. Estirando sus músculos, el pelinegro escuchó el sonido característico de los tacones de su secretaria, por lo que se giró para verla.

—Señor Potter, en su agenda hay una cita después del almuerzo con el doctor Malfoy, debido a que la reunión será prolongada, ¿la cancelo? —preguntó su secretaria.

Aturdido porque no recordaba en qué momento había anotado en su agenda una cita con el rubio y el solo hecho de mencionar su apellido, las escenas donde él le había introducido dos dedos, abusando de su próstata y que gracias a ello, había alcanzado un potente orgasmo, llegaron a su mente creando estragos en él. Mandó la cabeza hacia atrás. Con un nudo formado en su estómago, Harry guardó silencio y recordó sus últimas palabras antes de salir del consultorio, la había jurado que no iba a volver, debido a que se había sentido ultrajado, pero después de varios días... solo podía verle el lado placentero de las cosas.

—¿Jefe? —preguntó la joven, esperando una respuesta de su parte.

—Cancela la reunión, diles... diles que continuaremos mañana porque me salió algo urgente —le ordenó antes de salir de la sala rumbo a su oficina para tomar sus cosas.

The UrologistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora