Trece: La pixa

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Cuando al fin salimos del laberinto de escaleras, Loki me detuvo y me miró. De repente, todo en lo que había estado pensado desapareció de mi mente y solo pensé en lo que estaba a punto de decirme. Deseaba que no volviera a mencionar que me fuera, pero pensé que quizás iba más allá.

—Quiero que recuerdes esto si alguna vez tienes que entrar sin mí— me tomó de las manos y las miró —Dos vueltas a la izquierda, tres a la derecha, tres a la izquierda y dos a la derecha dos veces y llegarás a la bóveda— me miró, asentí. De verdad se estaba tomando en serio el hecho de que algún día tendría que ir ahí abajo para escapar. No me gustaba que me dijera eso, me hacía sentir insegura. Tuve un mal presentimiento, pero preferí no pensar mucho en ello.

Comenzamos a caminar por el pasillo y volvimos a las escaleras principales del palacio. Subimos varias escaleras después de aquellas y mis pies comenzaban a pedirme a gritos que parara. Había tomado la gran decisión de usar tacones altos y comenzaba a arrepentirme. De cualquier modo, Loki me llevaba media cabeza con ellos. No soltaba mi mano mientras caminábamos, así que sentía que en cualquier momento iba a comenzar a sudar. Odiaba que jamás veía que Loki tuviera esa clase de problemas y cuando lo cuestionaba, me decía:

—Son cosas de dioses— haciendo su clásica pose con una sonrisa y los brazos extendidos hacia los lados, seguido de mi expresión de odio.

A pesar de las cosas que decía, de lo mucho que intentaba hacerme a un lado, de cómo se creía la última uva de Asgard y la manera en la que le gustaba arruinar momentos hermosos, le quería demasiado. A veces comenzaba a preguntarme qué sería mi vida sin él. De todas las personas que había conocido a lo largo de mi vida, Loki había sido más que un interés amoroso. El comenzaba a serlo todo para mí, mi amigo, mi confidente, mi cómplice y mi familia. Muchas veces había escuchado que hogar iba mucho más allá que un lugar, tu hogar eran las personas que lo simbolizaban. Así que mientras lo veía subiendo las escaleras a mi lado, acomodándose el cabello presumidamente, respiré hondo y olí su colonia con esencia de pino y me di cuenta de que aquél idiota presumido era mi hogar. Un hogar que sabía que llegaría pronto a su fin, pero qué pensaba disfrutar hasta el último segundo.

Sumida en mis pensamientos, el hecho de que habíamos llegado al lugar donde Loki quería llevarme no me importó. Me detuvo antes de una gran puerta, que no era muy diferente a las que había visto antes. Me puso las manos sobre los ojos y me dijo que no espiara. Supuse que abrió las puertas con sus poderes, ya que pasamos el umbral y escuché cómo se cerraron a mis espaldas.

—¿Lista?— preguntó felizmente, se escuchaba demasiado feliz y asentí riendo —Abre los ojos— quitó sus manos de mi rostro.

Frente a mí, vi una de las más hermosas vistas de mi vida entera. La verdad yo había sido una persona nocturna toda mi vida y por ello odiaba dormir con Loki. La ciudad era aún más bella de noche. Sabía que estábamos en el piso más alto del palacio, ya que habíamos subido miles de escalones. Las luces de cada casa y lugar resplandecían e imanaban colores distintos. Incluso el mar se lograba ver por las luces de los puertos. El puente de arcoíris brillaba en todo su esplendor y las millones de estrellas del cielo se reflejaban en el agua. Se podía sentir una brisa fresca y poco fría, que no me molestaba en lo absoluto. Loki había llenado la terraza de violetas y flores de color verde, que jamás había visto en mi vida. Los arreglos eran preciosos y estaban alrededor de una mesa preciosa. El oro del palacio resplandecía a la luz de las velas, tenía ganas de llorar.

Había visto eso miles de veces en las películas y había leído sobre eso miles más. Eran esas cosas que piensas que jamás te pasarán a ti y estaba bien. Toda mi vida, había tenido miedo a vivir el amor. Me había resignado a no intentarlo, pensaba que esa clase de cosas no pasaban. Había visto relaciones a mi alrededor ir y venir, pero jamás me había detenido a pensar lo que se sentía vivirlas. Parada ahí, me di cuenta de todo lo que me había perdido. Tomé la mano de Loki y comencé a llorar. Me lancé a sus brazos y le agradecí por todo lo que había preparado para mí. Nos sentamos en la mesa y me quedé mirando la comida, que estaba tapada.

The Tenderness Behind the FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora