Capítulo Veinte

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Daniel...

Mi hermoso y amable doctor. No debes estar triste por mi partida. Ahora estoy con Dios y ya no siento dolor. Todo es paz aquí. Fue genial tenerte en mi vida, gracias por aguantar a esta atolondrada chica, por ser mi compañero, mi amigo y a la persona a la cual le entregué todo el amor que mi corazón averiado podía dar.

Llegaste con actitud amable y ensendiste todas las estrellas que se encontraban apagadas en mi cielo. Llegaste y me enseñaste la misericordia de un Dios que me amó y amará para siempre. Llegaste y llenaste mis días de esperanza y amor. Fuiste un regalo, un regalo que Dios me hizo para entender su propósito conmigo. Fuiste uno de los tesoros más valiosos que jamás he poseído.

No llores, sonríe porque estoy aquí contigo y siempre ser a así. Cuando me necesites, sólo mira a tu alrededor, ahí estaré. Seré el despertador que te obliga a levantarte para no llegar tarde, el libro de filosofía que tanto odias, el sonido de tu risa, el aire fresco de un día nublado, la estrella de tu árbol de Navidad, un muñeco de nieve, una flor, un beso, un abrazo, una lágrima. Si quieres verme, puedes cerrar los ojos y sentir, estaré ahí mirándote con una eterna sonrisa.

Siempre voy a estar guardada en tus recuerdos. Eres especial y aunque nuestro tiempo fue breve quiero que sepas que te amé, te amo y te amaré todo los días de tu vida.

Para la eternidad se despide la chica loca del corazón roto a la que ayudaste con tu amor.

                                        Grecia

Una eterna sonrisa [Sonrisas Parte III] [Cristiana]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora