Relato de una relación condenada

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Hablamos y caminamos en la ciudad como si esto nunca fuera a acabar. Pero ambos sabemos que esa eternidad es sólo un engaño cristiano. Compartimos mensajes diarios, preguntamos por el otro. Pero la frecuencia y la intensidad baja cada vez más. Ya no es tan fácil decir ciertas palabras. Y por temor o pudor evitamos el hecho de la despedida. Como este texto evita ser terminado; como tus ojos evitan los míos; como la noche evita la mañana; y tus labios evitan los míos.

Habla el perdedorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora