Empecé a escribir con un temor completamente razonable: el temor a escribir mal. Mis grandes escritores de vanguardia eran gigantes del saber. Yo solo era un simple lector. Me daba miedo hacer ese salto a escritor. No a ser un escritor mecánico, sino intentar ser un escritor honesto y que aporte algo al saber. No intentando entretener sino hacer dudar y pensar.
Este salto se lo debo a personas cercanas, que mostrándome textos de ellos (en especial de ella) me dieron a entender que uno podía escribir. Tal vez no escribir a un nivel de maestría completamente intachable. Pero sí a nivel de un estudiante con sincero interés de aprender a escribir. Y practicar en el intento de perfeccionar el cómo y el qué se escribe.
Esto de intentar aprender a escribir es difícil. Se nos dice que el escribir es un "arte". ¿Pero qué es el arte? Dejadme usar la definición de este concepto tan nuevo del Renacimiento. Arte no es más que aquella técnica que se usa para expresar aquella idea, que intenta tocar algo que tenga que ver con el humano; y que logre incitar o excitar su sensibilidad.
La escritura tiene una técnica de grafonomía, donde cada gráfico representa un sonido. Donde ese sonido puede ser reproducido por un ciego, sordo o mudo. Ya que ese sonido en verdad ya no es solo sonido, es un mensaje aludido. Y lo que separa a los artistas de los artesanos, es que el artesano tiene otro objetivo, otro fin. Su técnica se basa en producir.
Y claro que nosotros producimos, pero producimos mensajes en medios materiales. El artesano produce objetos materiales para satisfacer deseos naturales... o inmateriales. El artista crea una obra no para deleitar, sino para decir algo. Y eso me lo hizo ver un escrito psicológico, narrado como una crónica devastadora. Donde el fin no era quedar bien con un lector, sino decir algo.
Lo que sé y algunas formas de pensar se lo debo a escritores que no conocí in situ, sino ex situ. Pero el valor para escribir, se lo debo a personas, de cierto modo, cercanas. Y creo que debo agradecerlo. En esos escritos a los que me refiero vi sinceridad y cuestiones interesantes. Creo que con esas dos cosas, uno ya tiene una buena base. Y ése es el sentido perpetuo de escribir.
Claro que habrán personas que pensarán como Savater, en Figuraciones mías, en el prólogo. Dice que escribir es un acto político, por tanto público. Donde uno pone de manifiesto su pensamiento. Piensa que decir "escribo para mí" es un acto de narcisismo. Pone en tela de juicio que en verdad alguien crea que jamás será leído. Me parece injusto este punto.
Y en este prólogo menos riguroso, quiero tocar ese punto tan estruendoso. Tanto escritos de Kafka como la crónica que mencioné nacieron de la desesperación de querer decir algo. De gritarlo al infinito eco. Tal vez ninguno pensó que en verdad ninguno iba a ser leído. Pero ése no era su objetivo. Tal vez no querían ser entendidos, solo poder decirlo.
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Habla el perdedor
PoesíaEstos son unos poemas que intentan representar la desesperación que provoca la duda o el querer decir algo. También se intenta combinar esta representación con elementos del pensamiento de algunas figuras históricas y actuales, importantes en el cam...