|14| Me Gustas - Preguntas

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1 de agosto de 2016

Lisa jugaba con el cabello de Jennie como si fuera el de una muñeca de porcelana. El cabello oscuro y lacio de la morena llamaba la atención de Lisa constantemente; le gustaba tocarlo, verlo moverse y brillar. Los mechones de pelo reposaban en sus manos mientras Jennie dormía profundamente sobre la cama.

Se sentía bien. La vista era sanadora para su estrés.

El silencio vacío y neutral que la rodeaba era pacífico, mientras duró. Fue su oportunidad de sentirse en total paz, sin compromisos ni ruidos, nada que la detuviera de disfrutar la tranquilidad como un sorbo de agua fresca. Pero los ojos de la morena, abriéndose poco a poco con molestia por el sol, hicieron que despertara instantáneamente. Jennie hizo muecas a la mañana, y por un segundo pensó en cuánto tiempo tenía para levantarse de sus suaves sábanas. Lista para llorar por despertar, recordó que era domingo.

No tardó más de unos segundos en encontrar la mirada de Lisa quemando la piel de su rostro. La miró sin una expresión más allá de la de siempre, y la rubia sonrió feliz. Esas sonrisas se transmiten fácilmente, sin una pizca de problemas.

—Son las once de la mañana, Jen. ¿Quién era la dormilona?

¿Once de la mañana? ¿De verdad era esa hora? ¿Qué clase de sueño interminable la consumió mientras dormía? Jennie se estiró, agradeciendo una vez más por el fin de semana, aunque solo le quedara un día más.

—Es domingo —informó la rubia—. Qué horror.

Las energías de Jennie no podían estar más apagadas, pero por alguna razón, algo vibró dentro de sí. Sonrió y levantó su cuerpo de la cama para tener una vista completa de la habitación. Por un segundo creyó estar segura de que la habitación era un desastre. Así la habían dejado el día anterior, con todo por todas partes sin el orden de siempre. ¿El porqué? Tenían ganas de hacer algo con sus propias manos, algo hecho por ellas. Sin otra razón, solo querían hacer manualidades y consiguieron hacer un barco de papel con mucho esfuerzo.

Pero los trocitos de papel que normalmente se encontraban tirados por todas partes, como la noche anterior, no estaban, ni las tijeras, pegamento, hojas de colores, nada estaba ahí.

—Tú... limpiaste —dijo con una voz grave—. Eso es nuevo, ¿qué quieres de mí?

—¡No limpio cuando quiero algo de ti! Lo hago cuando quiero algo de Hani, ella sí me premia.

Lisa rio silenciosamente junto a Jennie para hacerla cambiar esa cara tan dura y se dio la vuelta al escritorio que se encontraba detrás de ella.

—Quiero mostrarte algo —dijo con los dedos sobre la madera. Jennie la miró en silencio con curiosidad, aún con sueño—. Creo que ya lo has visto, pero quiero que lo veas bien.

Alzó en sus manos el objeto como un tesoro y Jennie lo vio detalladamente como una cosa más de su escritorio. Ella también tiene uno, ¿qué tiene de especial ese?

—... Un cuaderno —Jennie respondió sin mucho entusiasmo; realmente acababa de despertar—. ¿Es el cuaderno donde escribes últimamente?

Cierto, Lisa había comenzado a escribir en ese cuaderno unos meses atrás. Meses en los que Jennie llegó a cuestionar la razón por la cual nunca le hablaba de eso. Parecía importante, privado. Lisa, por su parte, estaba centrada en darle un cambio a su vida, hacer algo más con su rutina. No solo ejercitarse regularmente, quería algo espiritual que le proporcionara paz mental, o al menos algo parecido.

Era hora de hacer un cambio, y comenzó escribiendo pensamientos que no la dejaban dormir, significados espléndidos que encontraba de la nada y no podía permitirse dejarlos ir. Tenía que plasmarlos en alguna parte. Le dio un lugar a sus pensamientos, los que no podía mantener permanentemente en su cabeza sin uso alguno.

Buenas NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora