34. Humanidad.
Inspiré hondo y empujé la puerta, el olor a quemado todavía se percibía en el aire, ya no tan reconcentrado como antes, pero aún podías notarlo sin problema. Había luz dentro, eso me sorprendió, pero no fue la única sorpresa, el departamento estaba vacío, a no ser por un par de bolsas de residuos amontonadas sobre la pared derecha. El departamento parecía más grande y espacioso, así, sin muebles, sin nada que obstruyese la visión. La luz pálida del ocaso entraba por la ventana de la cocina, mezclada con la luz anaranjada del alumbrado público.
Caí en cuenta de que mi cocina ya no parecía eso, la única evidencia de lo que fuera en el pasado, era la mesada de piedra, el lavamanos, y la salida anulada, del caño de gas, delante de la cual, hasta lo que yo recordaba, había existido siempre una cocina, cocina que había resultado irreparablemente dañada cuando…
Escuché unos ruidos provenientes de mi cuarto.
- Estoy aquí- me llamó Lucas desde allí.
Caminé por el piso barrido, negro, manchado de hollín, sobre el cual todavía restaban pequeñas partículas sobrantes del incendio, que crujieron debajo de las suelas de mis zapatos.
Había luz en el cuarto (vaya sorpresa). Me deM
- No está tan mal- me dijo Lucas desde encima de una escalera de aluminio que a todas luces era nueva (al igual que la caja de herramientas y todas las herramientas que ésta contenía, la cual estaba instalada a los pies de la escalera). En su mano derecha tenía un rollo de cinta aisladora negra, en la otra, una navaja de esas que se abren en todas direcciones desplegando los artilugios más inesperados. Pasé por alto el hecho de que estaba manipulando los cables de electricidad con la luz encendida, y peor todavía, con la corriente fluyendo libremente por los cables y avancé hasta él, escrutando todo lo que me rodeaba. Del placard no restaba más que una gran boca vacía, una estructura sin puertas, solo paredes. El aire acondicionado había desaparecido, y en vez de la persiana rota y quemada, había una nueva, subida casi hasta el tope. Las paredes continuaban tiznadas y con la pintura descascarada y aglobada, pero al menos ya tenía luz otra vez en el cuarto, la brillante bombita resplandecía frente al rostro de Lucas.
- Tenía razón, ¿no?, ahora se ve mucho mejor.
Asentí con la cabeza. Eché un vistazo por la ventana, la cual por cierto, tenía vidrios nuevos. El balcón estaba limpio, el piso todavía húmedo era señal inequívoca de que alguien lo había baldeado. Contemplé la calle por unos cuantos segundos y luego me volví hacia él. - Estuviste todo el día trabajando.
- No estoy cansado, si eso es lo que te preocupa- me contestó con una sonrisa mientras bajaba de la escalera.
- ¿Cómo hiciste todo esto en…- miré a mi alrededor- un par de horas?-. Era un alivio y al mismo tiempo, algo muy extraño y desconcertante, ver mi departamento así vacío.
- Para algunas cosas es útil ser un demonio- contestó encogiéndose de hombros. Sin que mediase ninguna otra palabra, plegó la escalera y la apoyó contra la pared del fondo, sobre la que antes había estado la cabecera de mi cama-. Espero que no te moleste que me haya desecho de todo, dijiste que no había nada para rescatar, de modo que…
- Está muy bien- lo corté-. Gracias, yo no hubiese podido hacerlo.
- No tienes que agradecérmelo, ya te he dicho que es lo menos que puedo hacer por ti.
Nos sonreímos el uno al otro.
- ¿Y bien, qué te parece?- me preguntó en un suspiro llevándose las manos a la cintura.
- ¿La verdad?
Asintió.
- Es algo deprimente.
ESTÁS LEYENDO
"Purgatorio" (segunda parte de "Todos mis demonios".
RomanceSegunda parte de esta intrigante serie. ¿Qué vale más, tu amor, tu alma, tu vida? ¿Qué prevalecerá al final de esta segunda entrega? Lee para descubrir si es posible que en un demonio haya luz.