No eres un hombre.

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“No eres un hombre."

Parecía que había sentido el toque de un fantasma o eso era lo que pensaba Yu Li. Dalai había palidecido cuando despertó de su estado letárgico. Observó al hombre perdido con un poco de buen humor mientras seguía volteando la presa en el fuego.

—Estoy aquí.

—¿Yulan... qué...?

La luz del fuego de reflejó en sus pupilas que parecían estar cubiertas por cristal ahumado. Entonces recordó y su rostro se contrajo un poco.

"Yulan" su pronunciación se sentía familiar, pero había algo extranjero en ese nombre, como si fuera parte de una cultura diferente de pies a cabeza de la suya. Probablemente no era por lo que tenía un sabor un poco amargo. Esa fue la primera vez que alguien lo llamó por el nombre de la persona que había poseído. Era extraño por una parte y reconfortante de la otra, por lo menos alguien lo recordó y se lo hizo saber.

—Estás en tú casa—Aclaró para tranquilizarlo, aunque eso no cambió nada para el otro hombre. —Han pasado un par de horas, te hice beber un poco de agua y te recuperaste un poco. No conozco nada de medicina, pero es fácil ver qué desfalleciste por hambre.

No quería admitir que gran parte del tiempo que perdió se debía a que perdió las fuerzas a la mitad. Todavía sentía una fuerte incomodidad en la espalda y las caderas, ya no estaba en tan buena forma como antes y eso era algo que esperaba, pero no le agradaba del todo.

—Eres bastante perspicaz, mucho más de lo que escuché. —sonrió a medias, no resultó desagradable — Siento hacerte pasar por esas dificultades.

No importa del lado que se mirarse, el hombre parecía profundamente avergonzado. El orgullo es una cosa frágil que puede derrumbarse con el más ligero viento, así como no menciono lo que le avergonzaba no hizo ninguna burla al hombre.

El fuego crepitaba y la carne estaba punto de hacerse mientras ambos hombres guardaban un silencio solo un poco incómodo. Yu Li sintió que su decisión no fue del todo mala. La única manera de que hubiera conseguido sal y leña era entrar en la morada de Dalai, además de estar mucho más organizado y tener algunos utensilios que necesitaba. Si quería ayudarle, su propia casa en ruinas no serviría de nada. Esa fue la primera razón por la que se arriesgó a entrar en el hogar del otro, pese a que al parecer en aquel país desconocido el robo y el allanamiento son crímenes bastante graves.

Cortó apresuradamente las partes mejor hechas y las acomodó en uno de los cuencos de la casa. Hubo un largo silencio hasta que consideró que tenía lo mejor y lo puso frente al hombre haciendo un pequeño ruido para que fuera consciente de la presencia de la comida. Incluso si no la había conseguido con sus propias manos, una barbacoa sincera era lo único que podía ofrecer.

—Come primero.—En cuanto notó lo que el otro intentaba, se negó. Yu Li observó cómo apretó los labios con una sombra en el corazón, aunque aparentaba ser alguien estúpidamente amable, la terquedad de sus huesos era visible a simple vista.

Se bueno con los que sean buenos contigo, se cruel con los que sean crueles. Hace más de quince años su padre le dijo esas palabras acompañadas de una paliza que hizo que no fuera capaz de olvidarlo nunca. Incluso si esa persona se negará, debería ser capaz de hacerle bien a su propio ritmo.

—¿Cómo atrapaste a un conejo? Son rápidos y no es tan fácil usar trampas en ellos. —preguntó sin mucha educación.

Agarró un pincho fino de madera e inserto su propia porción, masticado de la manera que quería para ser escuchado con facilidad.

Ley de Bestias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora