III

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El día siguiente, temprano a la mañana, Yurina estaba en la oficina esperando a que Yuta apareciera, él tenía un reunión importante en unos quince minutos y no daba ninguna señal de vida.

—Buen día, Yurina—La voz de Mark hizo que despegara su vista de la computadora frente a ella, él estaba parado con una taza de café en su mano.

—Buen día—le respondió solo para revisar su teléfono por si llegaba algún mensaje.

—Yuta no aparece ¿no?— Él se acerca y mira sin vergüenza la pantalla.

La chica niega con la cabeza y suspira apoyando sus manos en su cara.

—Lo único que espero es que no haya matado a Aren— dijo ansiosa —Ni siquiera sé cómo es que accedió a irse con él.

—Yo lo convencí—Mark dice, orgulloso de su logro, y se sienta en una de las sillas junto a ella—. He hablado un poco con él y ahora confía en mí.

Lentamente, vió como Mark tomaba un sorbo de su café. No podía negar que una de las cualidades que más le gustaban de un hombre era que sepan lidiar con niños.

Qué caliente.

—¿Caliente?— Él pregunta, confundido. Rápidamente, sacudió la cabeza para quitar ese pensamiento.

—Sí, el café—dijo, tratando de salvar la conversación y no quedar en ridículo—. ¿Que le dijiste a Aren exactamente?

Mark se encogió de hombros, tomando otro sorbo.

—Que tal vez le de un regalo si se quedaba a vivir un tiempo en casa de Yuta—Yurina rio, sin saber si regañarlo por sobornar a un niño.

—¿Y tú tienes ese regalo?

—Tal vez... Quiero decir, no me importaría comprarle algo.

El sonido del picaporte interrumpe su charla con Mark, y al abrir la puerta se muestra a Yuta con una cara cansada y Aren tomándolo del dedo, a punto de caerse del sueño, con su mochila y la misma ropa que la secretaria le había dado anoche.

—Necesita estar en la sala de reuniones en cinco—se acercó al hombre para apartar a Aren, quien al entrar en contacto con sus brazos, se acurrucó y empezaron a cerrarse sus ojos.—¿Qué le pasó? Siempre llega antes que yo.

—No dormí una mierda—dice Yuta frotandose los ojos y abriendolos a más no poder para mantenerse despierto. Se veía fatal, tenía las ojeras muy marcadas.

Yurina caminó y le pegó en la frente.

—Pero...

—Nada, se lo dije ayer, y no importa si Aren está durmiendo y no puede escucharlo—caminó hacía el escritorio y juntó todos los papeles necesarios para dárselos a su jefe.

—¿Qué es ese olor?—pregunta Yuta haciendo ruido y arrugando la nariz. Mark alza su taza, mostrándole que probablemente era el café lo que estaba oliendo. Él no había emitido ninguna palabra desde que su amigo entró, y más después de ver el estado en el que se encontraba.

—¿Desayunaron?—preguntó acariciando el pelo de Aren.

—No, me levanté tarde y vine casi corriendo aquí, apreciaría que me hagas un café.

Suspiró, el maldito hijo de puta no fue capaz de darle un desayuno. No pedía que fuese uno grande y abundante, solo con comprar una leche de chocolate y un par de galletas en alguna tienda, era suficiente.

De todas maneras él no hizo nada.

—¿Sabe qué? Fuera señor, tiene dos minutos para llegar a la habitación, le alcanzaré el café una vez que Aren haya desayunado.

¡Sorpresa! » nytDonde viven las historias. Descúbrelo ahora