Época feudal

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Era muy temprano cuando finalmente pude abrir mis ojos. Los primeros rayos del sol se colaban por las ventanas de la pequeña pero acogedora casa hecha de madera, como era de costumbre, al despertar mis ojos buscaron impacientes por la habitación, pero como siempre no encontraron lo que estaban buscando.

- Vaya, Inuyasha ha vuelto a levantarse antes - pensé en el momento que encontré su lado de la cama vacía.

Como era de costumbre, Inuyasha solía levantarse muy temprano en las mañanas a visitar la tumba de su madre para llevarle flores. Siempre he querido acompañarlo, pero cuando le pido que me levante con el, nunca se digna a hacerlo y se marcha solo dejándome a mi durmiendo.

Hacia ya unos meses desde que el pozo del templo de mi casa se abrió de nuevo y decidí dejar mi época para vivir en la época feudal con Inuyasha. Aun recuerdo ese día con tal claridad que puedo sentir como los sentimientos fluyen a través de mi cuerpo.

- Las veo luego chicas!

- Adios, Aome! - gritaron Ayumi y las demas desde lo lejos.

Ya me habia graduado de la escuela e iba a ingresar a la universidad junto con mis amigas. Se sentia extraño el volver a tener una vida normal, todos los dias la misma rutina durante tres años, sin demonios, mountruos ni peligros.

Al llegar a mi casa y como era lo habitual pasaba por el árbol sagrado, aquel en el que conocí a Inuyasha. Tres años ya desde el día en el que el pozo devorador de huesos desaparecio durante tres dias, mientras yo me encontraba dentro de la oscuridad de la perla Shikon. Haciendo que mi familia se preocupara por mi, no me habia dado cuenta hasta ahora que el pozo dejo de funcionar por mis sentimientos, me encontraba tan feliz de poder regresar a casa en el momento en que Inuyasha y yo derrotamos a la perla. Entonces, el pozo se cerro llevandose a Inuyasha con el.

- Inuyasha, todo este tiempo he estado pensando.. La razón por la que fui enviada a la época feudal, por la cual al destruir la perla de Shikon el pozo dejo de funcionar... Quizas mi trabajo termino y pasare el resto de mi vida en mi propio mundo. - pensaba para mis adentros cada momento en el que visitaba el pozo, como si Inuyasha de verdad estuviese escuchándome.

- Inuyasha.. Yo.. Quiero verte.

De repente una brisa choco contra mi cara, una brisa cálida peculiar procedente del pozo pero muy, muy familiar. Al asomar mi cabeza dentro de aquel pozo mi corazón comenzó a bombear sangre a mil por hora, no sabia si lo estaba imaginando por causa de mis fuertes emociones o si de verdad mi deseo se había concedido.

- Aome? - Escuche la voz de mi madre atrás de mi - Esta todo bien hija?

- Mama.. El pozo. - le respondi sin apartar mi vista un milímetro del fondo de aquel antiguo pozo.

- Es el cielo.. Puedo verlo.- respondió ella un poco sorprendida pero en su cara podia ver un matiz de felicidad que la verdad yo no logré comprender al momento.

El hecho de que mi madre pudiese ver lo mismo que yo me garantizaba que lo que estaba observando no era una ilusión, o un efecto de mi imaginación causada por mis sentimientos. El pozo se había vuelto a abrir y en ese momento no me lo pensaría dos veces en querer salta dentro.

- Mama.. Yo..

Mi madre me sujeto y me dio un abrazo tan fuerte que las palabras no fueron necesarias para saber lo que quería decirme.

- Aome, esta bien.- me dijo con lagrimas en los ojos pero con una mirada de felicidad que solo una madre es capaz de expresar.

Me encontraba al otro lado del pozo, dejando atras mi propio mundo. Muy nerviosa comencé a subir y sin haber terminado de llegar alguien me tiende una mano para ayudarme, dude un minuto en decidir si tomarla o no, los nervios se apoderaron de mi en ese instante, mi corazón no podía latir mas fuerte.

- Inuyasha... Disculpame, has estado esperando por mi?

- Aome.. - me respondió sin dejar de clavarme su penetrante mirada con esos ojos amarillos que tanto había añorado - eres una tonta, que has estado haciendo?

No pude evitar sonreír a tal comentario tan característico de el. Sin avisar, me abrazo tan fuerte que sentí que estos tres años separados habían desaparecido por completo.

Habia vuelto a mi hogar, a mi epoca, habia regresado con Inuyasha.

Aun sonreía cada vez que el recuerdo de ese día invadía mi mente, había estado viviendo aquí desde entonces. Extrañaba mucho a mi familia, Mama, Sota y el Abuelo e incluso a Moyo nuestro gordo, perezoso pero juguetón gato. Sin embargo nada me hacia mas feliz que vivir con Inuyasha.

El ruido de unas conocidas pisadas rompieron la concentración de mis recuerdos.

- Ya despertaste, buenos dias Aome - me dice Inuyasha sujetando un par de peces en su mano derecha, a una pequeña niña sujetándole el kimono desde atrás y a otra montada en sus hombros.

- Quieres quitarme estos demonios de encima? - dice con expresión molesta pero divertida en su cara, era obvio que no lo decía enserio.

- Claro, déjame ayudarte.

La imagen era graciosa a simple vista, las gemelas lo tenían completamente domado, Aimi lo tenia de las orejas dandole pequeños jalones repetitivas veces y Emi le sostenía la pierna haciendo ver un dedicado pero inútil esfuerzo de dejar a Inuyasha inmovilizado. Estas eran las hijas de Sango y Miroku, unas gemelas de tres años muy parecidas a Miroku que al parecer juraban que Inuyasha era una especie de mascota o algo por el estilo. Sango las había dado a luz poco después de que el pozo se cerrara, por lo que no había tenido la oportunidad de conocerlas si no dos años después cuando logre regresar, para ese mismo entonces tuvieron otro hijo, un pequeño varón llamado Shako como el padre de Sango, este apenas con un año de edad también tenia su
instintivo gusto por molestar a Inuyasha.

- Muy bien niñas porque no dejan tranquilo al perrito y vamos a desayunar vale?

Las gemelas saltaron en mi dirección aunque con una cara de decepción por tener que dejar de jugar con el que al parecer solía ser su juguete favorito, sin embargo, la expresión de Inuyasha fue de total amenaza ante mi comentario al cual las gemelas y yo no pudimos evitar soltar una risita sorda.

- Haz vuelto a marcharte sin avisarme - le solté a Inuyasha en forma de reproche.

- Lo siento, estabas profundamente dormida, sabes que no me gusta tener que despertarte.- me respondió con una mirada dulce en su rostro.

- Y de donde han salido las gemelas a esta hora? - pregunte mientras comía un bocado de lo que era mi desayuno.

- Ja! Que no tengo la menor idea me han saltado encima mientras estaba pescando y luego mira que no había forma de que me soltaran. Miroku y Sango deberían de amarrarlas a un árbol.

- No durarían ni dos minutos, son muy listas seguro que encuentran la manera de escapar - se escucha el comentario de Miroku entrando por la puerta con una sonrisa dedicada a sus dos hijas.

- Y tener cuidado que no te amarren a ti después con una correa para perro Inuyasha.- Sango le sigue el juego al comentario de su marido igual entrando por la puerta.

Las gemelas sin pensarselo dos veces saltan a los brazos de su padre en un intento de jugar con el. Eran una familia muy divertida, me sentia muy feliz por Miroku y Sango, la verdad es que todos incluyendo a Shippou que nos visitaba cada cierto tiempo eramos una familia.

Amor a traves del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora