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-Charli, hija, debes levantarte. Es tarde.

Se escuchó una voz femenina adentrandose en la habitación a oscuras. Seguidamente abrió las cortinas y un poco las ventanas. La chica se revolvió en su cama quejumbroso, cubriéndose con las mantas por encima de su cabeza.

-Charli, por favor.

La chica hizo caso omiso, Su madre suspiro, se acercó hasta el y depósito su suave beso en su cabeza por encima de las frazadas.

Eran mediados de los noventa. Las calles de New York estaban cubiertas por una vasta niebla aquel otoño.

Heidi se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su hijo. Charli era una chica especial. había sido diagnosticada desde pequeña con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Es una especie de enfermedad que afecta el poder socializar correctamente con las personas. Ya sea dificultando del desenvolvimiento verbal con otros o carecer de la habilidad de hacer interactuar fácilmente con la gente. Todo en su cabeza de encontraba bien. No tenía ningún tipo de problema cognitivo. No era un genia ni una estúpida. Su cerebro era el de una niña normal. La persona más allegada a ella, su madre, era con quien más palabras intercambiaban. Cualquier tipo de contacto humano que no fuera ella la ponía nerviosa. Había sufrido un ataque de pánico en la escuela cuando era pequeña, los maestros y sus compañeros se asustaron mucho y no tenían idea de cómo contenerla, no fue hasta que su madre llego al establecimiento cuando finalmente logró calmarla.

Desde aquel día, sus padres decidieron que estudiaría en casa con una persona de confianza, sin exponerse a tanta gente a su alrededor que pudiera sofocarla. Ningún especialista había sido capaz de decirle con precisión si Charli dejaría de ser así en algún momento de su vida, pero ella no perdía la esperanza

Oyó los pasos de la chica bajando las escaleras y se volteo ocultando algo tras su espalda. La adolescente de dieciséis años entro en la cocina lentamente vistiendo su pijama a rayas, con su pelo alborotado y frotando uno de sus ojos con su puño.

-Hola corazón. ¿Que tal dormiste?- preguntó en un tono dulce mientras servís las cosas en la mesa

La chica solo se encogió de hombros sin ser grosera, y tomó asiento

-Come, antes que se enfríe.

Era jueves, Charli tenía clases particulares en el living de su casa de lunes a jueves con una mujer muy agradable llamada Marianne. ella era la instructora de Charli desde hacía años, estaba acostumbrada a su comportamiento y ella podía confiar en ella. Los viernes tenía cita con su psicóloga. No pasaba tanto tiempo con esa mujer como lo hacía con Marianne. No habían formado un vínculo afectuoso entre ellas, entonces su conversación, era más reducida. Los sábados eran sus días libres, su madre no le exigía absolutamente nada los sábados. Podía dormir hasta la hora que quisiera e invertir su tiempo como le diera la gana. Los domingos eran los días menos favoritos de Charli. Su familia se reunía en casa de sus abuelos a almorzar juntos. Iban sus tíos y sus primos, y el tenía que soportar ese contacto humano, durante un par de interminables horas.

Los jueves tenía clases de matemáticas. Odiaba las matemáticas, no era mala en ellas, simpleme no eran de su agrado y Heidi lo sabía perfectamente. Entonces siempre buscaba la forma de compensarla, ya sea con su comida favorita o algún presente.

-Charli–llamó suavemente haciendo que la aludida dejara de comer y se fijará en ella- tengo algo para ti- pero la chica, como la mayor parte del tiempo, tenía una mirada inexpresiva

La mujer sacó sus brazos de atrás de su espalda y le mostró que en sus manos sotenia un CD de música que Charli quería. Se lo tendió y ella lo tomó observándolo detenidamente, admirando cada detalle, como con cada regalo que su madre le obsqeuiaba.

La chica de los ojos azules[Charli D'amelio y tu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora