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Lo veía dormir tranquilamente.

Sus ojitos admiraban con adoración el rostro tranquilo de Gilbert, que dormía a su lado. Ella tenía que alzar un poco la mirada, pues desde su escondite favorito en el pecho del chico no podía ver mucho. Solo se acomodaba felizmente para seguir con su trabajo de delinear en su mente la perfecta simetría de esas facciones tan hermosas.

Gilbert era hijo de Afrodita, la diosa de la belleza. No tenía pruebas, ni tampoco dudas. Oh, si. Tenía la prueba más real. ¡Que el futuro doctor era precioso! ¿Cómo no iba a ser hijo de la diosa más pasional de todas? Y si no era el hijo, al menos ella lo había bendecido con tremenda belleza. Totalmente real.

Le encantaba todo. Desde esas perfectas cejas expresivas hasta el último poro de su ideas piel. Amaba por sobre todas las cosas volver a tenerlo así de cerquita, sintiendo el calor del amor dentro de si, recordándole una y otra vez que ese chico era el amor de su vida.

A pesar de que los meses habían pasado y el tiempo parecía ir más rápido, Anne aún tenía que hacer una cosa.

Se había preparado. Lo había dicho una y otra vez frente al espejo. Había fingido que su almohada e incluso sus vacas Orgullo y Prejuicio, eran humanos, con el solo fin de lograr decir dos palabras simples, constituidas por cinco sencillas letras, pero que tenían el poder de cambiar la vida de una persona.

Vaya se sí estaba nerviosa.

Había dado un paso para poder olvidar esa situación que tanto la había atormentado. La psicóloga la había escuchado con paciencia, y en su profesionalismo, ayudaba a que su mente pudiera entender una cosa.

Esas dos palabras no solo traían consigo algo malo, sino que inconmensurables cosas buenas.

Y bueno, ahí estaba, aún nerviosa.

Ese día lo diría.

Tenía en su mente un plan idóneo.

Velas, rosas rojas, música tranquila, un bonito lugar, una deliciosa cena y una maravillosa vista para después decirle lo importante.

En su mente, decir aquello era mucho más compromiso que una propuesta de matrimonio. ¡Y mucho más difícil!

El caos de todos sus pensamientos juntos se unían en un solo punto con el cual se ponían de acuerdo.

Gilbert merecía mucho amor.

Demasiado.

Porque sabía que ese chico entregaba bastante, ¿Cómo podía ser que no le diera el mismo amor? ¿La misma sensación de seguridad? ¿La misma paz? No podía soportar seguir así.

Después de todo, quería superar los obstáculos del pasado para darle más que una sonrisa.

Darle todo.

Entregar todo.

Suspiró bajito, apenas una exhalación apacible. Se removió un poco volviendo a esconder su rostro en el pecho de Gilbert.

—Te amo —susurró inconscientemente. Su corazón latía acelerado. Lo había dicho—. Te amo. Te amo. Te amo. Te amo —. Que liberador era por fin decirlo. Inhaló el aroma de Gilbert, rebosante de felicidad. Ahora solo debía decirlo en la linda cena y todo estaría perfecto.

Entonces sintió como unos brazos la apretaban con fuerza, al mismo tiempo se las piernas del chico se enrrollaban en ella, dejándola sin escape. Pronto un beso se posó en su frente y cuando miró hacia arriba, vio los ojos llorosos de Gilabert observarla sorprendido. Perplejo, mejor dicho.

—Yo también te amo —respondió el pelinegro. ¡Qué forma tan hermosa de despertar! Escuchando por primera vez esas palabras que tanto había anhelado, dichas tanntranquilamente… En definitiva le había llenado el corazón—. Te amo tanto…

El rostro de la chica se enrojeció. Puso ambas manos en sus ojos, evitando que la viera.

—¡Se suponía que estabas dormido! —chilló.

—Eh… Es que te movías un poco y tengo sueño ligero…

—¡Pero te lo iba a decir de forma especial! ¡No así tan… tan poco romántico! ¡Que horror!

La carcajada del chico Blythe se hizo escuchar, seguida de la agresiva mano de Anne que golpeó su pecho en reproche.

—Anne —susurró, quitando las manos de la chica para ver esos ojos que tanto ama—. No importa el lugar, el momento o la situación, si estoy contigo, frente a tu rostro hermoso y teniendo mi corazón lleno de amor por ti. Esto es mucho más especial. Tú eres mucho más especial.

La pelirroja volvió a perderse en esos ojitos. El pelinegro volvió a perderse en esos ojitos. Ambos se perdieron en los ojitos del otro, mezclando avellana y azulino. Mezclando sentimientos recíprocos hermosos.

Dime «Te amo» —pidió Gilbert, bajito, acercando su rostro al de ella.

—Te amo —respondió Anne, uniendo sus labios en un tierno beso.

FIN.

***
Love u❤️
–Lux💫

Dime «Te amo» (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora