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Ahí estaba, sufriendo. Seguro Gilbert pensaba que era una acosadora.

Llevaba dos semanas encontrándose con el pelinegro. Ya fuera en el supermercado, en el parque, la librería o donde fuera. ¡Hasta en la iglesia! Bueno, era obvio que se encontrarían el día de servicio, ¡pero no se suponía que iban a sentarse juntos!

¡Que cosa más incómoda! ¡Juraba que sentía la tensión en el aire! ¡Y seguro todas las personas, hasta el ministro, notaron la tensión!

Y ahora, por si fuera poco, se enteró de que Gilbert trabajaba en la cafetería del señor Lynde, a donde ella fue para estudiar un poco, acompañada de su computadora y su cuadernito.

La sorpresa que se llevó al ver que Gilbert venía hasta ella, con el uniforme beige de la cafetería y el pequeño delantal de cintura, fue tremenda. ¡Porque el condenado uniforme se le veía demasiado bien!

¡Charlie también trabajaba ahí y nunca se le vio lindo! ¡¿Qué está pasando con el mundo?!

—¿Café helado? —preguntó Gilbert, recordando perfectamente la debilidad de la chica por aquella bebida.

—Por favor —casi susurró Anne, más roja que su cabello por la presencia del pelinegro—. Y un...

—¿Chessecake con almendras?

—Eh... ¿Si?

Gilbert soltó una risita y sonrió.

—Nunca cambias, Anne.

Vale, ¿Eso era bueno o malo?

El chico anotó el pedido y pronto se perdió al interior de la zona del personal.

Anne suspiro y escondió su rostro entre sus manos. ¿Cómo es que él recordaba sus gustos? Iba a morir ahí mismo.

—De acuerdo, tu estás tranquila, tu estás en paz. El ser más hermoso y sexy del mundo no está en tu campo de visión, así que concéntrate en estudiar —masculló para si misma, encendiendo su computadora y comenzando a hacer todo lo que una universitaria en el primer año caótico de su vida, debe hacer. Estaba estresadísima, pero claro, ¿quién la mandó a estudiar arqueología? Encima debía terminar la carrera en Francia. ¡En Francia! Seguro tía Josephine la recibiría en su nueva casita.

Bueno, puede que el hecho de que por sus estudios iba a ir a Francia, se había decididopor tal carrera.

Se imaginaba caminando por las románticas calles de Francia, en la ciudad del amor, admirando todo a su alrededor y siendo la mejor turista.

Tan emocionante...

—Aquí está su pedido, Princesa Cordelia.

Listo. Estaba oficialmente muerta.

¡Había recordado ese nombre que tanto amaba, y le había dicho como cuando eran niños! ¡Era demasiado!

Podía ver su alma volar alrededor del pelinegro antes de irse al infierno, porque estaba segura de que al cielo no se iba. Como si Wattpad lo permitiera.

—Esfuérzate, Anne —le sonrió Gilbert, completamente ajeno a las cavilaciones de tal arqueóloga apenas iniciada—. La casa invita. O bueno, eh... Invito yo.

—¿Ah? —fue lo único que pudo decir, maldiciendose nuevamente. ¿Es que era estúpida o qué demonios? ¿Como decía eso?

La risita tierna de Gilbert se hizo escuchar mientras dejaba la gran taza de café helado y el plato con tal pastel delicioso sobre la mesa individual, con cuidado de no dejarlo muy cerca de la computadora.

Cuando vio de reojo el rostro completamente sonrojado de Anne, una sonrisa victoriosa se alzó para sus adentros. Si al menos podía lograr que ella fuera feliz, no le faltaba nada. Absolutamente nada.

Dime «Te amo» (Anne x Gilbert)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora