Nick se despierta algo cansado, ayer volvió un poco tarde y se durmió tarde. Seguía sin entender porque se curaba sus heridas y decide proceder a investigar.Se levantó de su cama para dirigirse hacia su portátil y lo encendió para investigar el porqué se curaba tan rápido y caminó hacia su portátil, que descansaba cerrado sobre el escritorio. Lo abrió y lo encendió, decidido a encontrar respuestas. La pantalla brilló a la vida, y pronto, Nick estaba sumergido en un mar de pestañas abiertas, cada una explorando diferentes explicaciones para su rápida curación.
Horas pasaron, y la habitación seguía a oscuras con una pequeña lampara de mesa mientras Nick leía sobre mitología, leyendas urbanas y teorías médicas improbables. Nada parecía encajar. Los vampiros eran demasiado fantásticos, los hombres lobo demasiado feroces. Nada reflejaba su experiencia, y con un suspiro de frustración, cerró el portátil.
- Quizás solo fue suerte. - Se dijo, intentando convencerse.
La noche cayó, y con ella, el sueño finalmente reclamó a Nick. Pero incluso en sus sueños, las preguntas seguían girando, sin encontrar puerto.
El sol de la mañana lo despertó, y por un momento, Nick olvidó las preocupaciones de la noche anterior. Se estiró y se preparó para comenzar el día, pero al abrir la puerta de su habitación, se encontró con una sorpresa.
Sus padres estaban allí, sonrientes, con una magdalena coronada por una vela solitaria.
- Buenos días y feliz cumpleaños. - Dijeron al unísono, sus voces llenas de cariño.
Nick no pudo evitar sonreír, la calidez de ese gesto disipando cualquier sombra que hubiera quedado de la noche anterior. Se puso las gafas y miró a sus padres, sintiendo una oleada de gratitud.
- Gracias, no saben cuánto significa esto para mí. - Respondió, su voz teñida de emoción.
Ese día, Nick decidió dejar de lado las preguntas. Hoy no era un día para misterios, sino para celebrar la vida que tenía, una vida llena de amor y pequeñas alegrías. Y así, con una sonrisa y un deseo silencioso, sopló la vela, listo para enfrentar el año que tenía por delante.
El castaño bajó de las escaleras junto con sus padres. Para la sorpresa del castaño, sus padres le habían preparado una sorpresa, era un regalo que habían preparado.
Le dieron un regalo, él lo abrió y era un libro y no era un libro cualquiera. Era un libro de la sección de fantasías.
El chico les dió gracias a sus padres y tras desayunar, se dirige hacia sus clases.
Sunnydale, un pueblo bastante normal y común, con los habitantes que siempre se les veían alegres o discutiendo sobre deportes y entre otras cosas.
Nick observaba todo mientras iba en bicicleta cruzando todas las calles del pueblo hasta llegar a un edificio de tres pisos y un gran zona de recreo enorme. El instituto de Sunnydale es uno de los pocos comunes del país con un promedio de unos doscientos cincuenta estudiantes al año.
El castaño se bajó de su bicicleta y lo enganchó en una de las varas que eran para las bicicletas y motocicletas para después dirigirse dentro del instituto junto con su mochila de clases.
Mientras entraba en el instituto, se podía ver todo tipo de alumnos, por un lado, el grupo de fiesteros y drogadictos, por el otro, los atletas y populares del instituto. El capitán del equipo, es ni más ni menos que Brett, el abusón del instituto. El chico castaño y atletico, siempre se viste con la ropa del equipo con el logo del instituto. Siempre se metía con los frikis, empollones y los raros como Nick y sus amigos.
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Hijo del Diablo
FantasyUn chico normal y corriente, aunque no tan corriente, vive con su familia normal y teniendo una vida normal hasta que el día de su dieciseisavo comenzó a sentirse que algo le está pasando y que descubre tener poderes. Resulta que es hijo del mismís...