La noche se cernía sobre la ciudad con una intensidad inusual, el viento soplaba como presagio de una tormenta inminente. Maddie, aún con el corazón pesado por los recientes acontecimientos, se acurrucaba en su habitación intentando encontrar algo de calor en medio del frío que se colaba por las rendijas.
— Menudo viento está haciendo.. — Murmuraba para sí misma, asegurándose de que la ventana quedara bien cerrada esta vez.
De repente, un sonido le hizo girar la cabeza. Al principio, pensó que era el viento jugando trucos, pero entonces, en el umbral de la puerta, vio una figura familiar que le arrancó una sonrisa.
— ¡Rocco! Menudo susto me has dado. — Exclamaba, mientras el perro se acercaba a ella con una alegría que parecía desafiar el sombrío estado de ánimo que había envuelto la ciudad.
Rocco movía la cola con entusiasmo, como si pudiera sentir que Maddie necesitaba su compañía más que nunca. Ella se agachaba para acariciar su pelaje, agradecida por el consuelo que solo un amigo de cuatro patas podía ofrecer.
— ¿Cómo has llegado hasta aquí, eh? ¿Nick te ha dejado entrar? — Preguntaba, aunque sabía que no obtendría una respuesta verbal. Pero Rocco simplemente ladeaba la cabeza, como si entendiera la pregunta y compartiera el secreto de su llegada misteriosa.
La presencia de Rocco era un bálsamo para el alma de Maddie, y juntos se acomodaban en la habitación, olvidando por un momento el caos que había fuera. La noche fría continuaba su curso, pero dentro de la habitación de Maddie, había un rincón cálido lleno de amistad y paz.
Llegó el día siguiente, con buen tiempo, Nick se encontró a Ethan y a su hermana esperando, los tres se saludaron y fueron juntos a la escuela. Mientras tanto, Lara se distrae con unas amigas y Ethan le pide que le enseñe los poderes.
— He estado investigando sobre tus poderes, me dijiste que podías mover objetos, ¿no serás un X-men? — Comenta Ethan y al mismo tiempo, preguntaba.
— Tal vez, pero los X-Men son solo ficción. Aunque... podría intentarlo, pero no aquí y no delante de Lara. Ella no debe saber nada de esto. — Respondió en voz baja, asegurándose de que su hermana no pudiera oírlos.
Ethan asintió con comprensión, consciente de la necesidad de mantener el secreto.
— Después de clases, en el viejo invernadero. Es el lugar perfecto para practicar sin ser vistos. — Sugirió Nick.
Los dos acordaron encontrarse en el lugar indicado, un rincón olvidado perfecto para mantener secretos. Con un último intercambio de miradas llenas de expectativas, se separaron para enfrentar las lecciones del día, cada uno con el pensamiento de lo que vendría después resonando en su mente.
Nick enseña a Ethan sus poderes moviendo algún objeto que se encuentra en el suelo y encoge sus hombros.
— Al principio pensé que era un hombre lobo y no lo soy. Así que, no se que soy. — Comentaba Nick tras terminar de enseñar los poderes a su mejor amigo y volver hacia el instituto.
Cuando los chicos llegaron al instituto, Brett los empuja y Ethan cae al suelo de golpe.
— ¿Que crees que estás haciendo? — Pregunta enojado un Nick que comenzó a sentir rabia por la actitud de Brett.
— Soy capitán del equipo, soy guapo, soy popular, hago ejercicio. Tengo una vida perfecta y soy el mejor. Las mujeres me adoran. ¿Crees que me importa lo que piensas? Lo seguiré haciendo tanto como me apetezca, pardillo. — Responde Brett mientras empuja a Nick, pero este se resiste y le da un puñetazo a Brett que lo vieron todos incluyendo el director.
ESTÁS LEYENDO
Hijo del Diablo
FantasyUn chico normal y corriente, aunque no tan corriente, vive con su familia normal y teniendo una vida normal hasta que el día de su dieciseisavo comenzó a sentirse que algo le está pasando y que descubre tener poderes. Resulta que es hijo del mismís...