𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 13

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Después de tres largas horas de clase, finalmente todo estaba por concluir. Cuando faltaban 20 minutos, tomé mi teléfono y escribí un mensaje al señor Ackerman:

"Buenas tardes, señor Ackerman. Espero no interrumpirlo, pero quería recordarle que en 20 minutos terminan mis clases. ¿Podría confirmar si vendrá por mí?"

Revisé que el mensaje había llegado, aunque no lo había leído aún. Decidí esperar, pero mientras pasaban los minutos, empecé a inquietarme. Justo cuando faltaban cinco minutos, mi celular vibró con una notificación. Era su respuesta:

"Buenas tardes, ___. No te preocupes, no interrumpes. Claro que no me olvidaría de ti. De hecho, ya estoy afuera. Es un auto deportivo negro."

Su mensaje me tranquilizó. No tendría que regresar sola, algo que agradecí al ver el cielo nublado. Cuando la clase terminó, recogí mis cosas y me despedí de la maestra. Caminando por los pasillos, me encontré con Jean y Sasha, quienes platicaban animadamente.

—Nos vemos, fue un gusto convivir con ustedes —dije con una sonrisa.

—Nos vemos, preciosa —respondió Jean con su tono característico, mientras Sasha, ocupada bebiendo agua, se despedía con un gesto alegre.

Al salir del edificio, me llamó la atención una multitud. Pensé que había una celebridad cerca, pero al acercarme, vi que la atención estaba centrada en el auto negro del señor Ackerman. Un poco apenada, avancé entre las personas hasta llegar al vehículo. Las miradas curiosas me seguían, pero antes de que pudiera decidir dónde subirme, recibí otro mensaje:

"Sube al asiento del copiloto."

Obedecí, sintiendo el peso de tantas miradas, y me acomodé en el lugar indicado. Al entrar, el aroma del interior me llamó la atención; un suave olor a lavanda, a pesar del cigarro que sostenía en su mano izquierda. Vestía un traje negro impecable, que resaltaba su elegancia y autoridad. Pero antes de distraerme demasiado, recordé saludarlo.

—Buenas tardes, señor Ackerman. Muchas gracias por venir por mí.

—Buenas tardes, ___. No tienes por qué agradecerme. ¿Nos vamos?

—Por supuesto.

Él sonrió ligeramente antes de encender el auto, abriéndose paso entre la multitud. Por suerte, los vidrios polarizados del auto nos otorgaban privacidad. Condujo por las calles hasta tomar la carretera, donde el trayecto se tornó más relajado. El suave jazz que sonaba en el estéreo creaba un ambiente tranquilo. Sin embargo, no sabía muy bien de qué hablar. Él, por otro lado, parecía cómodo, aunque noté que tamborileaba su dedo índice sobre el volante, quizás en un gesto de ansiedad.

El señor Ackerman rompió el silencio con algunas preguntas sobre la universidad: cómo me había ido, si pensaba quedarme para estudiar toda la carrera, entre otras cosas. Sus preguntas eran sencillas, pero su tono mostraba interés genuino. Todo parecía normal hasta que me vino un recuerdo fugaz: el día que llegué al departamento, lo había visto en un auto deportivo, fumando, sin imaginar que ahora trabajaría con él.

De repente, su voz me sacó de mis pensamientos:

—___, ¿puedo preguntarte algo personal?

—Claro, señor Ackerman. ¿Qué sucede?

—¿No sueles salir a fiestas?

La pregunta me tomó por sorpresa, y solté una ligera risa.

—No mucho, señor. Fui a algunas cuando tenía 17 años, pero no estoy acostumbrada a salir, ni al alcohol.

—Lo imaginé —dijo con una leve sonrisa, llevándose el cigarro a los labios—. Lo noté en el restaurante, cuando una sola copa de vino te mareó.

Aunque la conversación me causaba algo de vergüenza, su tono era amistoso. Continuamos charlando hasta llegar al edificio donde vivía. Después de estacionar, subimos al penthouse. La decoración era moderna y sofisticada, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Mientras él preparaba té, no pude evitar quedarme mirando el paisaje.

—¿Te gusta la vista? —preguntó con curiosidad.

—Es increíble, señor Ackerman. Podría quedarme horas observándola.

Él asintió con una sonrisa leve, pero me recordó que teníamos trabajo por hacer. Nos dirigimos a su despacho, donde comenzó a explicarme tareas y responsabilidades. Pasaron dos horas, y cuando el hambre se hizo evidente, decidió hacer una pausa.

—¿Qué te gustaría comer? Puedes pedir lo que quieras.

—Muchas gracias, señor, pero me gustaría invitarlo yo. Si le parece bien, sé de un lugar cerca de aquí.

Parecía sorprendido por mi propuesta, pero aceptó con una sonrisa.

Nos dirigimos a un restaurante de comida china, un lugar sencillo y muy distinto al tipo de sitios a los que él estaba acostumbrado. Aunque al principio se veía fuera de lugar, poco a poco comenzó a relajarse, incluso imitándome al servirse la misma comida. Verlo disfrutar de algo tan simple fue inesperadamente reconfortante.

De regreso al penthouse, la lluvia empezó a caer con fuerza. Estábamos empapados cuando finalmente llegamos. Me ofreció ropa seca y una toalla, y mientras me cambiaba en el baño, escuché un estornudo desde la sala. Era curioso cómo alguien tan serio podía parecer tan humano en pequeños momentos.

Ya cambiados, nos acomodamos en la sala con tazas de té caliente. Hablamos sobre cosas personales y del trabajo, rompiendo poco a poco la barrera formal que existía entre nosotros. Sin embargo, al caer la noche, decidí que era hora de irme.

—¿Estás segura de que no quieres quedarte? Puedo llevarte mañana a la universidad.

—Gracias, señor Ackerman, pero prefiero volver a casa.

Él asintió y llamó a su chofer, quien me dejó en la puerta de mi edificio. Antes de que el auto partiera, el señor Ackerman se despidió con una pequeña sonrisa y un movimiento de mano. Era un gesto simple, pero decía mucho.

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Primera corrección: 14 enero 2022
Holaa, disculpen por desaparecerme de nuevo; tengo algunos problemas personales y psicológicos que me es difícil concentrarme para escribir un capítulo, pero no quiero dejar la obra ya que es uno de mis sueños y hobbies.
Gracias por el apoyo que le están dando y al quien recomendó mi fic, les agradezco mucho y ahora ya hay 2K votos y 23k lecturas, gracias de verdad. <\3

Gracias por tenerme paciencia y de nuevo les pido una disculpa, gracias por todo. <33

Vacíame                                  𝕷𝖊𝖛𝖎 𝕬𝖈𝖐𝖊𝖗𝖒𝖆𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora